Wolf Lieser señala que toda activación de un proceso mental que tiene lugar durante la observación de una obra artística puede ser considerada una interacción. Cada obra artística percibida produce algún tipo de interactividad. En una interactividad técnica la interacción cuenta con una participación tangible del receptor. Las obras de arte ofrecen desde una actividad “sencilla”, en la que el observador, por ejemplo, sólo tiene que pulsar un botón, hasta las que conectan la instalación y el receptor mediante un complejo sistema de relaciones. Cuantas más relaciones haya, normalmente, mayor tiempo pasará el receptor junto a la obra.
En el año 1975 surgen las primeras instalaciones interactivas, por entonces lujosas y caras. Las posibilidades técnicas, en suma, eran muy limitadas. Videoplace de Myron Krueger, se considera el punto de partida de la interactividad en el campo del arte digital. Fue desarrollada entre los años 1975 y 1984 y en la fase inicial no tenía incorporada ningún ordenador.
“[…] siempre he considerado la relación entre hombre y máquina como el drama central de nuestro tiempo y quería formar parte de su investigación. […] Cuando observé la relación que tenían los artistas con sus instrumentos tradicionales, tomé nota de lo que hacían a finales de los años sesenta los ordenadores”.
[Myron Krueger. Ars electronica, Linz, 1990].
Helpless robot, de Norman White se desarrolló entre 1987 y 1996. Está compuesto por una caja de madera situada sobre un soporte que puede girar. Si el visitante se acerca al objeto, éste pregunta amablemente: “Disculpe, ¿dispone de un momento?”. Y a continuación prosigue: “¿Puede, por favor, girarme a la derecha?” Si el visitante está dispuesto a colaborar y gira el objeto, como reacción recibe una queja. A continuación se desarrolla un juego de intercambios en el que el robot al principio pide de forma amable y después ordena de forma dictatorial. Otras obras de White son Telephonic Arm Wrestling (echar un pulso a través del teléfono) y Sumo Robot Challenges (combates de robots sumo).
Torso, de Simon Biggs es una instalación que puede ser entendida como un collage espacial partiendo de las sombras de las personas participantes, videos reproducidos y un sencillo trabajo de software generativo.
Agent, también de Biggs, está basado en una proyección de los movimientos del receptor. Si la persona permanece quieta, la imagen cada vez se vuelve más nítida y visible en la proyección. Por el contrario, un movimiento sólo deja una huella.
Jeffrey Shaw y Dirk Groeneveld desarrollaron entre 1988 y 1991 el trabajo interactivo The legible city. Mediante una bicicleta estática el receptor se mueve por un entorno virtual basado en los espacios urbanos de ciudades como Manhattan, Ámsterdam o Karlsruhe. Sin embargo, en las ciudades virtuales no hay edificios, sino palabras. A medida que se avanza, se reconocen frases y textos gracias a vías narrativas.
Interactive Plant Growing, de Christa Sommerer y Laurent Mignonneau, está en una sala donde, situadas sobre unos zócalos, hay varias macetas y detrás, a cierta distancia, una gigantesca superficie de proyección. Si se toca una de las plantas, sobre la superficie de proyección se representa el crecimiento de estructuras vegetales de tipo fantástico. Se pueden crear plantas virtuales de una gran luminosidad y riqueza cromática que pueden alcanzar hasta los veinticinco metros cuadrados. Las plantas verdaderas actúan a la manera de un interfaz y también registran la intensidad del contacto humano. El visitante puede percibir las distintas reacciones y dispone de la posibilidad de dirigir de manera consciente el crecimiento de las plantas virtuales.
Fulgurator, de Julius von Bismarck. Es una cámara con un flash especial y un sensor de luz. En una fracción de segundo Bismarck proyecta una especie de luz sobre los objetos mientras que el objeto es fotografiado por otros. Para el ojo humano no es perceptible, pero la señal de luz sólo se conserva y es visible en las fotografías de otros. Loca es una instalación en el espacio público. Diversos dispositivos colocados a lo largo de la ciudad detectan teléfonos móviles con la función bluetooth y utiliza este canal para enviar mensajes. El transeúnte es sorprendido por una serie de mensajes aparentemente personales que hacen suponer que el emisor sabe dónde se encuentra situado el receptor. El receptor se siente vigilado y, de otro lado, se abre un espacio ficticio que cambia la concepción del espacio real.
Volviendo a Fulgurator, Desde su aparición en el año 2007, numerosos actos públicos han sido boicoteados. Es el caso de un discurso de Obama en Berlín, donde se proyectó una cruz en su atril, o en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid, donde se proyectó un "no" gigante encima del Papa. La acción, de momento, puede verse en este vídeo, que contó además con la colaboración del polémico Santiago Sierra.
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