4 de mayo de 2012

Usar y tirar

Concedían una entrevista a una entrañable pareja de ancianos que llevaban casados algo así como sesenta y cinco años. Cuando les preguntaban cómo lo habían conseguido la anciana respondió:

En nuestro tiempo aprendimos que si algo se estropeaba, había que arreglarlo, no desprenderse de ello

Y es que vivimos rodeados de objetos programados para tener una corta vida. Ello es porque creemos firmemente que una cosa que dure para siempre no es rentable. Si las bombillas fueran capaces de permanecer encendidas doscientos años nadie compraría bombillas mas que una sola vez cada doscientos años. Probablemente si las bombillas tuvieran una vida tan larga serían más caras y no se fabricarían tantas ni se tirarían otras tantas. Ordenadores, automóviles, ropa... cualquier objeto deberá ser reemplazado por otro al cabo del tiempo con la excusa de que no hay otra manera de que nuestra economía sea sostenible; la producción no debe detenerse nunca. Usar y tirar, vivimos con la máxima del reemplazo y convivimos con la obsolescencia programada. Cuesta más arreglar una cosa vieja y obsoleta que comprar una nueva y mejor. Y si las cosas viejas no se estropean terminarán por ser incompatibles.

Cuando el camino se acaba, el tonto sigue el camino. No creo que sólo a los tontos les pase esto. Nuestros modelos productivos están establecidos desde hace décadas y aunque existan otras alternativas el cambio es difícil. Primero porque lo desconocido suele generar miedo y desconfianza y segundo porque lo conocido es lucrativo para los de arriba. Si tu bombilla se apaga, compra otra; si tu depósito de gasolina se consume, llénalo; si tu ropa se pasa de moda, viste de otra forma... no te preocupes, si las cosas durasen eternamente nadie tendría trabajo o el desarrollo de nuestra industria sería mucho menor. 

Si nuestros gobernantes no hacen bien su trabajo los sustituimos por otros y si además de no hacer bien su trabajo resulta que se aprovechan despreocupémonos porque gobierne quien gobierne alguien tiene que hacerlo, la corrupción es inevitable. Si tu vela se consume cámbiala por una bombilla que se funde, nada es perfecto ni para siempre, todo es defectuoso y al final necesitamos tener luz por la noche si queremos ser modernos y civilizados. 

Quien piensa que cambiar no arregla nada es como el tonto que sigue por la vereda sin salida. Llegará, por poner, el día en que los continentes de plástico que hemos vertido a los mares acaben en nuestro plato si la crisis que atravesamos no termina por hacernos ver que el cambio no sólo es posible, sino estrictamente necesario.