9 de diciembre de 2010

¿A mano o a máquina?

El título de la entrada no es un anuncio comercial vintage de una marca de detergente, más adelante averiguarán a qué se refiere.

Aún antes, cuando escribíamos en papel, entre frase y frase podíamos entretenernos en dibujar la silueta de dos amantes refugiados en un portal. Pero ya nadie puede refugiarse entre caracter y caracter, cero o uno, vacío o lleno, libre u ocupado, derecha o izquierda, sí o no.

Bueno, bueno, tampoco es tan drástico.

Está claro que, si es literatura, el soporte, lo que es el soporte, influye pero no es determinante. Que me pusiera ahora a defender la escritura a mano sería como si defendiese la talla de piedras escribiendo, además, sin piedras y sobre un pliego en blanco. He tratado de hacer el símil todo lo gráfico posible en detrimento de su comprensión lectora.

Confío en ustedes una vez más.

Antes se tachonaba de formas más o menos artística y disimulada, ahora se pulsa la tecla supr. y, si quieres deshacer el tachón, queda todo perfectamente anotado en una memoria provisional. Lo más interesante para algunos entre los que debo incluirme fue descubrir que un mismo texto lo podías escribir infinitamente desordenando las letras, guardando todas las posibles combinaciones de ese texto. Sin duda lo más sorprendente resulta compartir el acto creativo de la escritura y que ésta, de forma alguna, alcance un tiempo real asimilando muchos aspectos orales.

Si ahora desandáramos el camino quienes llevamos años escribiendo a máquina echaríamos de menos esas rayas zigzagueantes de colores colocadas sobre una supuesta falta de ortografía, la desafortunada mascota del programa de procesamiento de texto para Windows indicándonos, reiteradas veces:

Parece que quiere escribir una carta

Echaríamos de menos esas triquiñuelas que nos han permitido, a base de esfuerzo y dedicación, escribir peor de lo que ya lo hacíamos, lo cual era completamente nefasto... desde luego que la principal ventaja de la edad digital en la escritura es el hipertexto y otro montón de cosas con nombre rimbombante que se empiezan a estudiar ahora.

Su principal desventaja; la frialdad del acto. Escribir a mano es un mecanismo que vierte nuestra personalidad en formas gráficas que el ordenador no recoge. Un surtido de matices infinitos que se pierden detrás de los moldes que acostumbramos a ver

Normal Negrita Cursiva

Y eso es todo. No te puedes torcer, no puedes caligrafiar un símbolo nuevo... recuerdo cuando inventé el descenso. El descenso era una tilde invertida, un acento hundido que, colocado sobre la sílaba correspondiente hacía que ésta se pronunciara con entonación más baja. También registré en la oficina de patentes el signo de admiración filosófica. El signo de admiración filosófica debía ser distinto del de la vulgar admiración. Un signo para ser entendido teniendo a Baltasar Gracián presente.

Después de estornudar varias veces por el polvo levantado, he conseguido acceder al archivo bibliográfico de mis escritos a mano. Los he visto, los he contemplado y me han parecido prehistóricos. A lo mejor algún día cuando estas entradas se reciban por vía telepática se me ocurre que lo que acabo de escribir (y no he corregido todavía) no tiene nada de sentido.

En cualquier caso, mientras lo escribes, a mano o a máquina, está vivo y eso es lo importante.

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