Un pequeño y sencillo gesto puede cambiar nuestra forma de ver las cosas, de involucrarnos con el entorno. La naturaleza del gesto puede ser sutil y delicada, sin apenas importancia, pero radicalmente profunda y filosófica. Puede consistir –como es el caso que nos ocupa- en cambiar una cosa de sitio, colocándola en un lugar perfectamente estudiado. Pero esta intencionalidad no sirve de nada sin una mirada atenta y con afán imaginativo. De esta manera, reunimos los elementos necesarios para una comunicación algo inusual y, cabe decir, mágica.
Encontramos un clavel cuidadosamente colocado sobre una cabina telefónica. La flor y el teléfono pueden ser dos pistas potenciales para reconstruir una historia novelesca, cuyos protagonistas han preferido permanecer en el olvido y lanzar un mensaje al vacío, como quien guarda un manuscrito en una botella y la arroja al mar.
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