5 de diciembre de 2010

Acción, reacción, acto; notas y algunos detalles

He tomado tres instantáneas de la obra actualmente expuesta en la Galería Fernando La Torre. Son detalles que corresponden a las siguientes obras, respectivamente:

La casa está llena de pétalos de rosa, de Tonio Carbajo.
Acción, reacción, acto, de Rebeca Plana.
Corazones rojos, materia y neón, de Tonio Carbajo.

Por lo que se ve, las obras aglutinan diversas técnicas (fotografía, iluminación, pintura matérica, instalación, escultura...) y esto es, según creo, lo único que se puede destacar en común de los dos autores pues la exposición no parece abordar un tema general sino que comprende obras diversas realizadas en un mismo periodo de tiempo, quizá por encargo. No se da mucha información sobre la temática, quizá no la haya, lo cual tiene la ventaja de dejar campo abierto a la imaginación y al sumergimiento inconsciente en la obra. Creo que es más una exposición para ver que para pensar y de las tres obras quizá destacaría Acción, reacción, acto.

Se trata de un colchón de matrimonio instalado en la pared, pintado de forma más o menos salvaje. Otro colchón de las mismas características y de las mismas medidas la misma autora lo titula Colchón, amor y perjurio,

título quizá más literario que el del primero y que acaso nos da alguna pista para saber qué se le pasaba por la cabeza a la artista cuando manchaba el colchón con pintura. Supongo, por el título de la primera obra, que lo realmente importante es el acto de ejecutar esa obra al estilo de un cuadro de Pollock, con lo que toda la literatura del título resultaría ser relleno y pistas falsas.

Si lo fundamental es, por así decir, la irracionalidad del acto, amor y perjurio adquieren un significado no trascendental ni vagamente literario, sino más visceral. Debo reconocer que los colchones en la pared blanca de la galería ofrecían un gran poder visual pero lo mismo estaban demasiado limpios y las dos obras eran demasiado parecidas, seriadas... lo cual me alejaba de lo irracional comentado anteriormente y me acercaba más a un producto terminado, adecentado y perfectamente estudiado. Un resultado, al final, sucio pero limpio, que quizá fuera el buscado.

Yendo a los extremos y tomando la irracionalidad por principio la autora podría haber sido un poco más descuidada con los colchones hasta el extremo de rajarlos o mancharlos con otras cosas que no fueran pintura. En este último punto quiero que el lector imagine la serie de materiales a los que quiero referirme, no necesariamente escatológicos. Y, sin duda, un colchón usado hubiera aportado algo más de interés a la obra. No sé si esos colchones estaban usados o no, pero como ya digo, su limpieza no delataba el desgaste de la vida en ellos. Al fin, un colchón es un elemento bastante sugestivo; sólo hay que pensar la gran cantidad de vida que pasamos en un colchón. En cierta ocasión Ju llamó mi atención sobre este asunto refiriéndose a que en un colchón tenemos sueños malos y buenos, hacemos el amor sobre ellos, morimos... eso, quienes tenemos la suerte de tener colchones y techo.

Quizás el equilibrio alcanzado en la obra entre irracionalidad y estudio sea meritorio pues, al fin, no todo es trasgresión pero ante una posición neutral a uno le pueden asaltar contradicciones. Tampoco son malas las contradicciones, de otro lado.

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