Antes de la invasión de los fármacos nuestros antiguos
poseían una amplia cultura medicinal. Aún hoy día, en lugares remotos, podemos
encontrar tribus con conocimientos ancestrales sobre las plantas.
Hace tiempo me hablaron sobre una droga usada en los ritos
de una tribu del Amazonas. No recuerdo el nombre de la tribu ni el nombre de la
droga pese a que pueda inventármelo en un derrame literario. Lo que sí logro
recordar es que el viaje o la
experiencia de sus consumidores se presentaba, cuanto menos, interesante; la
droga en cuestión era una raíz que, además de vómitos, producía efectos sobre
los recuerdos y la conciencia. Lo determinante era que, de alguna manera,
podías revivir tu pasado pero desde el punto de vista de las personas que en
ese momento te acompañaban.
Las palabras que dijiste un día son las que ahora
escuchas, las palabras que callaste son el silencio que ahora recibes, lo que
diste te es entregado, lo que quitaste ahora te lo quitan a ti… y, por empatía, lo que a esa persona le
hiciste sentir ahora tú lo padeces en tus carnes.
Todos suelen coincidir en que no es una experiencia
precisamente agradable aunque sí muy reveladora.
La conclusión o moraleja del asunto, :
Es importante
descubrirse a uno mismo como si uno fuera otro.
Pero no menos
importante es ser el otro por unos momentos.
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