12 de diciembre de 2010
El estilo
9 de diciembre de 2010
Todo es relativo
Hoy os traigo una joya retórica atribuida a Sexto Empírico.
Aquel que niega que todo es relativo, confirma que todo es relativo, ya que muestra que la proposición misma "todo es relativo" es relativa a nosotros, que no es absoluta, por que él nos contradice.
Y, de la misma manera, podría haber señalado innecesariamente, que la proposición "todo es absoluto" es relativa para los que piensan que "todo es relativo".
Bien Tomás, ¿se le ocurre algún alegato contra esta sólida refundación?
Tomás - Es ni más ni menos que Sexto Empírico, señor. Yo sólo soy Tomás, estudiante de retórica.
¿Y si le dijera que Einstein diría algo parecido hace no mucho tiempo?
Tomás – Le diría yo que sigue siendo Einstein, señor, no precisamente mi vecina del quinto, mis respetos por delante. Como dije, yo sólo soy Tomás, estudiante de retórica, y me acojo a uno de los principios de humildad que usted expuso en una de sus primeras lecciones.
Está bien Tomás, me ha convencido, basta de retórica por hoy. Quiero, no obstante, que mañana pensemos en cómo rebatir a Sexto Empírico y para ello vais a ser, por poner, dogmáticos. O sofistas, como gustéis. Podéis empezar de la siguiente manera vuestro alegato:
"Un momento, señor Sexto Empírico, si todo es relativo, ¿acaso no es absoluto que todo sea relativo? Luego si hay algo absoluto, aunque sea su afirmación todo es relativo, todo no es relativo. Todo no sería absoluto, tampoco. Eso último, como ve, se lo concedo. De esta forma V. no debería afirmar de manera absoluta que todo es relativo, sino no afirmar nada, dado que todo cuanto puede afirmar no tiene visos de valer mucho. Y si no afirma nada, todo no es relativo, absoluto, negro o dulce pues... ¿no estamos hablando del discurso? Todo, sea relativo o absoluto, está antes de usted y de su decir de lo que es, con que bien haría V. en acogerse al principio de humildad que cita el señor Tomás, por favor, en vez de ir pregonando insensateces a los cuatro vientos…
Bien, señores, hasta mañana. Recuerden la fecha del examen.
¿A mano o a máquina?
El título de la entrada no es un anuncio comercial vintage de una marca de detergente, más adelante averiguarán a qué se refiere.
Aún antes, cuando escribíamos en papel, entre frase y frase podíamos entretenernos en dibujar la silueta de dos amantes refugiados en un portal. Pero ya nadie puede refugiarse entre caracter y caracter, cero o uno, vacío o lleno, libre u ocupado, derecha o izquierda, sí o no.
Bueno, bueno, tampoco es tan drástico.
Está claro que, si es literatura, el soporte, lo que es el soporte, influye pero no es determinante. Que me pusiera ahora a defender la escritura a mano sería como si defendiese la talla de piedras escribiendo, además, sin piedras y sobre un pliego en blanco. He tratado de hacer el símil todo lo gráfico posible en detrimento de su comprensión lectora.
Confío en ustedes una vez más.
Antes se tachonaba de formas más o menos artística y disimulada, ahora se pulsa la tecla supr. y, si quieres deshacer el tachón, queda todo perfectamente anotado en una memoria provisional. Lo más interesante para algunos entre los que debo incluirme fue descubrir que un mismo texto lo podías escribir infinitamente desordenando las letras, guardando todas las posibles combinaciones de ese texto. Sin duda lo más sorprendente resulta compartir el acto creativo de la escritura y que ésta, de forma alguna, alcance un tiempo real asimilando muchos aspectos orales.
Si ahora desandáramos el camino quienes llevamos años escribiendo a máquina echaríamos de menos esas rayas zigzagueantes de colores colocadas sobre una supuesta falta de ortografía, la desafortunada mascota del programa de procesamiento de texto para Windows indicándonos, reiteradas veces:
Parece que quiere escribir una carta
Echaríamos de menos esas triquiñuelas que nos han permitido, a base de esfuerzo y dedicación, escribir peor de lo que ya lo hacíamos, lo cual era completamente nefasto... desde luego que la principal ventaja de la edad digital en la escritura es el hipertexto y otro montón de cosas con nombre rimbombante que se empiezan a estudiar ahora.
Su principal desventaja; la frialdad del acto. Escribir a mano es un mecanismo que vierte nuestra personalidad en formas gráficas que el ordenador no recoge. Un surtido de matices infinitos que se pierden detrás de los moldes que acostumbramos a ver
Normal Negrita Cursiva
Y eso es todo. No te puedes torcer, no puedes caligrafiar un símbolo nuevo... recuerdo cuando inventé el descenso. El descenso era una tilde invertida, un acento hundido que, colocado sobre la sílaba correspondiente hacía que ésta se pronunciara con entonación más baja. También registré en la oficina de patentes el signo de admiración filosófica. El signo de admiración filosófica debía ser distinto del de la vulgar admiración. Un signo para ser entendido teniendo a Baltasar Gracián presente.
Después de estornudar varias veces por el polvo levantado, he conseguido acceder al archivo bibliográfico de mis escritos a mano. Los he visto, los he contemplado y me han parecido prehistóricos. A lo mejor algún día cuando estas entradas se reciban por vía telepática se me ocurre que lo que acabo de escribir (y no he corregido todavía) no tiene nada de sentido.
En cualquier caso, mientras lo escribes, a mano o a máquina, está vivo y eso es lo importante.
El artículo de hoy
El artículo de hoy lo quería escribir, recitarlo, grabarlo y regalar la grabación a todo aquel que me lo pidiera. Quizá hasta podría componer un fino hilo musical de fondo. Llegado a este punto, me he preguntado:
¿Por qué no escribes un artículo sobre la idea que tenías de hacer un artículo que al final no vas a hacer?
Reconozco que este artículo presentado de otra forma sería eso, este artículo presentado de otra forma, pero el mismo artículo que estoy escribiendo al final y al que quiero poner punto lo antes posible.
7 de diciembre de 2010
Paraísos artificiales
Los sueños de la razón producen monstruos.
Así es como rezaba el grabado goyesco vigilante de los aburridos fascículos de arte contemporáneo. El escritor imaginaba escenarios imposibles desde la oficina donde se encontraba aislado a altas horas de una noche nebulosa. En el cenicero, un montón de colillas de tabaco negro. Restos de café en un vaso y apuntes desordenados de una trama en obras. Él era el detective calvo de la novela negra que persigue el rastro del talento, hostigando su afilada sombra al cabo de la calle, sintiendo su calor y su cuerpo pero sin soluciones ni buenas pistas; sólo con paciencia y con arrestos de viejo perro de presa. Paciente y reflexivo, metódico y rutinario. Cada título de su obra intrauterina correspondía a un momento diferente y a un estado de ánimo distinto. Inconexos, incontrolados, efímeros.
Sólo un flexo alumbraba el escritorio, el resto eran sombras. Sólo falta el negro cuervo del cuento del viejo Edgar, se dijo para sí. Quizás lo que no aparecía esa noche como la femme fatal de la novela era la inspiración y el necesario apasionamiento que requiere una historia nueva. Faltaba, sí eso era, el impulso de cometer un atentado contra el mundo. Otro más. Silencioso y efectivo. Culto y elegante. Faltaban tantas cosas… Cuando se deshizo de sus borrones y tapó su pluma, sintió realmente como si empezase a vivir una de aquellas aventuras que nunca se había cansado de leer de pequeño. Ahora lo entendía, al fin.
La novela se vive, no se escribe.
6 de diciembre de 2010
Moho blanco en la Marihuana, la famosa "mohotritis"

En el proceso de secado, para evitar que el moho se extienda por toda la planta, aconsejan mantener las hojas separadas.
Lo recomendable sin duda, es fumar marihuana sin moho.
5 de diciembre de 2010
Acción, reacción, acto; notas y algunos detalles
La casa está llena de pétalos de rosa, de Tonio Carbajo.
Acción, reacción, acto, de Rebeca Plana.
Corazones rojos, materia y neón, de Tonio Carbajo.
Por lo que se ve, las obras aglutinan diversas técnicas (fotografía, iluminación, pintura matérica, instalación, escultura...) y esto es, según creo, lo único que se puede destacar en común de los dos autores pues la exposición no parece abordar un tema general sino que comprende obras diversas realizadas en un mismo periodo de tiempo, quizá por encargo. No se da mucha información sobre la temática, quizá no la haya, lo cual tiene la ventaja de dejar campo abierto a la imaginación y al sumergimiento inconsciente en la obra. Creo que es más una exposición para ver que para pensar y de las tres obras quizá destacaría Acción, reacción, acto.
Se trata de un colchón de matrimonio instalado en la pared, pintado de forma más o menos salvaje. Otro colchón de las mismas características y de las mismas medidas la misma autora lo titula Colchón, amor y perjurio,
título quizá más literario que el del primero y que acaso nos da alguna pista para saber qué se le pasaba por la cabeza a la artista cuando manchaba el colchón con pintura. Supongo, por el título de la primera obra, que lo realmente importante es el acto de ejecutar esa obra al estilo de un cuadro de Pollock, con lo que toda la literatura del título resultaría ser relleno y pistas falsas.
Si lo fundamental es, por así decir, la irracionalidad del acto, amor y perjurio adquieren un significado no trascendental ni vagamente literario, sino más visceral. Debo reconocer que los colchones en la pared blanca de la galería ofrecían un gran poder visual pero lo mismo estaban demasiado limpios y las dos obras eran demasiado parecidas, seriadas... lo cual me alejaba de lo irracional comentado anteriormente y me acercaba más a un producto terminado, adecentado y perfectamente estudiado. Un resultado, al final, sucio pero limpio, que quizá fuera el buscado.
Yendo a los extremos y tomando la irracionalidad por principio la autora podría haber sido un poco más descuidada con los colchones hasta el extremo de rajarlos o mancharlos con otras cosas que no fueran pintura. En este último punto quiero que el lector imagine la serie de materiales a los que quiero referirme, no necesariamente escatológicos. Y, sin duda, un colchón usado hubiera aportado algo más de interés a la obra. No sé si esos colchones estaban usados o no, pero como ya digo, su limpieza no delataba el desgaste de la vida en ellos. Al fin, un colchón es un elemento bastante sugestivo; sólo hay que pensar la gran cantidad de vida que pasamos en un colchón. En cierta ocasión Ju llamó mi atención sobre este asunto refiriéndose a que en un colchón tenemos sueños malos y buenos, hacemos el amor sobre ellos, morimos... eso, quienes tenemos la suerte de tener colchones y techo.
Quizás el equilibrio alcanzado en la obra entre irracionalidad y estudio sea meritorio pues, al fin, no todo es trasgresión pero ante una posición neutral a uno le pueden asaltar contradicciones. Tampoco son malas las contradicciones, de otro lado.
3 de diciembre de 2010
Ética poética
En la ciudad, si miramos atentamente, podemos encontrar mensajes de todo tipo; desde un Te quiero Paquita cincelado con una navaja en un banco, un graffiti en un muro que va a ser demolido, hasta una pintada política en la fachada de un edificio público. Hay más cosas, por supuesto. Un ejemplo es la obra de Charles Simonds, quien alrededor de los setenta comenzó a construir pequeñas ciudades en huecos de viejos edificios y solares destinados a la demolición. Destacaría de esta obra su laboriosidad, sensibilidad y limpieza. Ver una de estas obras en vivo y con todas las condiciones en las que se desarrolla una obra contextual debe ser una experiencia gratificante y constructiva.

Sin embargo, ya avisé, hay de todo y para botón la siguiente toma:

"Mango expresa su identidad de marca en un espacio privado. Los punkis invaden el espacio privado (cosa en la que no suelen creer) y expresan de manera vehemente su cultura..."
Muchacha asomada a la ventana contemplando a una muchacha asomada a la ventana sorprendida por encontrar a su vecino Picasso

Spam es una artista natural de la República de Ruanda. Su verdadero nombre es María Williams y se dirige a su público con motivo de un importante negocio. Acostumbra a declarar que sus intenciones son de natural honesto y busca ocasionar beneficio a su sincero y estimado amigo. Cuando Spam contaba con veintidós años sus primogenitores habían fallecido en extrañas circunstancias. Eran un matrimonio de notables terratenientes del distrito de Gikomoro. Entre las pertenencias de su familia se encontraba una próspera plantación de café en Kigali.
Antes del deceso, el padre de Spam realizó un viaje de negocios a la provincia de Abidjan, en Costa de Marfil, para tratar con comerciantes de cacao y oro, pretendiendo establecer intermediación entre Abidjan y Gijomgoro y obteniendo ingresos a partir de comisiones. El señor Williams comunicó a Spam que era poseedora de la suma de nueve millones setecientos mil dólares (USD $ 9.700.000) depositados en diversas cuentas del grupo empresarial que dirigía. Su intención era invertir este fondo en el comercio de cacao y oro con Abidjan.
Tras la muerte de sus padres, Spam se estableció en Costa de Marfil para hacer más fáciles las gestiones de su patrimonio. Por entonces Spam se encontraba en un grave compromiso al no saber cómo reclamar aquel sustancial fondo para cumplir los deseos de su padre. Recordemos que ella apenas contaba con veintidós años y entonces su prioridad era finalizar sus estudios. Albergaba un profundo sentimiento humanitario hacia las gentes de su país, asolado por una incesante crisis política. Como es de verse, la muerte de sus padres supuso un duro revés, circunstancia que le impedía hasta cierto grado implicarse personalmente en las negociaciones. De ahí que las ideas y sugerencias de su público siempre fueran bien recibidas y que buscara incesablemente a alguien que pudiera custodiar el fondo a cambio de un porcentaje negociable.
2 de diciembre de 2010
SPAM un icono del arte digital
“Esta obra [la obra de Spam] pertenece a una artista que no ha alcanzado, hoy por hoy, suficiente reconocimiento. [SPAM] fue la creadora de una corriente contracultural conocida como Aburridísimo abstracto neoconceptual que sólo ella siguió durante dos horas. Estas dos horas fueron todo el tiempo que SPAM dedicó al arte digital. No obstante esta corta dedicación se materializaría en un amplio catálogo de obras que comprenden diversos temas clásicos y medioambientales con una carga bastante dudosa y sobrecogedora. Entre sus influencias destaca el art brut, el accionismo vienés […]
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SMITH, John. Spam, Two fantastic hours in a depressing livetime. Traducción de Joan Miller. Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo, D. L. 2006
La pirámide de puntos

"La puntuación en la escritura siempre es una herramienta lógica que carece de significado léxico por sí misma. En mi obra La pirámide de puntos no sólo doto a la puntuación de significado propio, sino que además la revisto de significado trascendental. Un punto no es nada sin una frase, un punto sólo es un punto, pero varios puntos significando una pirámide es un asunto metafísico, pleno de sentido".
El Poeta de las pirámides explicó a continuación cómo había llegado a la aguda geometría de su poema.
"Había estado trabajando mucho tiempo con cajas de la siguiente forma:
::
Ésas fueron mis unidades básicas de construcción antes de llegar a las pirámides. Aunque el punto pueda parecer que está más próximo a la poesía circular que a la piramidal, aquí vemos como lo circular queda subordinado por completo al ángulo, primero al cubo y luego a la pirámide".
La conferencia terminó con un consejo del Poeta de las pirámides a las nuevas generaciones de poetas.
"Los poetas del futuro deben, a toda costa, buscar la fama y la notoriedad. Si para cumplir estos objetivos tienen que asesinar a alguien, no deben dudar en hacerlo, aunque sea de la forma más cobarde o sanguinaria posible. Todo sea por que no se vean envueltos en una vida completamente detestable como la de un servidor".
Debate sobre la cuestión nacional



1 de diciembre de 2010
El laberinto de la felicidad
Madrid era abatida por una lluvia fría y plomiza. La gente intentaba guarecerse de ella arrimándose a las caras desconchadas de sus edificios al tiempo que otros, prevenidos, extendían sus paraguas acompañados de un sonido de velas extendidas digno del mismísimo S.S. Bounty.
Ariadna andaba por la ciudad como si del laberinto del minotauro se tratara, aferrando su bolso de piel, con mirada extraviada y...
De esta manera empezaba el relato de hoy pero he vuelto sobre mis letras haciendo una segunda reflexión. El nombre del barco quizás sea accesorio, quizás demasiados adjetivos, ¿un bolso de piel? Oh, qué derroche de imaginación... pero lo que me llevó a detener mi corrección fue "andaba por la ciudad". ¿Eso es correcto decirlo?
Por la ciudad no se anda, si uno quiere andar se desplaza hasta donde la ciudad no puede atraparle. Allí puede andar, correr y abrir los brazos en cruz mientras gira sus tobillos.
[Para el rodaje de esta secuencia haríamos un picado con la ayuda de una grúa móvil. El fondo es de una hierba verde y larga meciéndose al son de unos ventiladores colocados estratégicamente y de los tambores africanos que suenan con Dolby Surround marca registrada como banda sonora].
Dejémoslo en que en la ciudad no se puede andar, por eso la gente se estorba, de ahí las prisas, los traspiés, los tropezones, el sonido infame de los zapatos de tacón picoteando el asfalto y esa terrible sensación al no encontrar la calle en la que debes de estar dentro de diez minutos exactos y en un irremediable avance cada vez más acelerado. Ariadna mira una y otra vez el reloj como si con el gesto pretendiese detener el esférico dibujo del segundero.
En la ciudad siempre te diriges a esa misma calle gris y mal iluminada, con hedor a orín de perro y humano entremezclados, cubos de basura de plástico, alcorques embarrados, bancos sucios y coches aparcados en doble fila que tiran de claxon con irritación.
Esas máquinas, dueñas del ochenta por ciento del espacio transitable, ya de por sí escaso, autopropulsadas, flamantes, que pasan a velocidades de vértigo deslumbrándote con sus focos. Despiden gases infectos que se sedimentan en tus pulmones hasta matarte de una asfixia dolorosa y prolongada...
Ariadna pensaba que sólo a un futurista le podría agradar este dantesco escenario pero lo cierto es que hasta un futurista, a la vista de su sueño materializado al cabo de unas decenas de años, lloraría de pena.
Pena y compasión de nosotros y de nuestra vida urbana. Una vida infectada, insalubre, triste y melancólica.
Así que corrijo, Ariadna no andaba, mejor que tratase de huir o quizás doblaba siempre la misma esquina intentando llegar al fin del laberinto, donde se encontraba la felicidad.