Quienes siguen habitualmente esta publicación pudieron disfrutar de un movimiento discreto y hasta cierto punto inofensivo contra ciertas campañas de publicidad en el centro de Madrid. Dado que tocamos el tema de las grandes campañas un poco de pasada, hoy queríamos ahondar en las capacidades reales y preocupantemente impactantes de esta pujante industria para lo cual nos trasladaremos a otras ciudades donde no hay reparo en invertir altos costes por el bien de una marca, de unas ideas ciertamente neurálgicas.
Que las compañías aseguradoras sean un gran negocio no es nada nuevo. Aquí ya hemos avisado alguna vez que vivimos en un mundo seguro pero no protegido. Hay una tendencia general a desconfiar, a temer perder lo poco que uno posee, a blindarse y a encerrarse en la seguridad de nuestros hogares y consumir en seguros, vigilancia… Estados Unidos es un país donde la población vive obsesionada por la seguridad. En algunos lugares pueden contarse cinco policías por centímetro cuadrado, las armas son legales para proteger nuestro hogar y sucesos como los atentados de las torres gemelas han sido promocionados por los medios de comunicación como propaganda de un terror contra el que hay que protegerse a toda costa.
El anuncio, a la par que original e impactante (no sabemos si también peligroso por poder ocasionar alguna distracción al volante) deja claro que las manos de la compañía aseguradora Allstate son las mismísimas manos de Dios (good, bueno; God, Dios). ¿Está usted en buenas manos? Tenga cuidado, no se desvíe de la senda del sacrificio y la rectitud y siga nuestras amables indicaciones.
Este segundo anuncio también pertenece a una compañía aseguradora aunque la gracia de nuestros publicistas ahora consiste en hacernos creer que se trata de un anuncio de pinturas. Una táctica tan arriesgada bien puede utilizarse cuando un anuncio es inevitable y es posible que incluso no tengamos otro remedio que hablar de él. La vida es algo imprevisto por su misma naturaleza ¿por qué no tomar medidas contra ello? Parece convincente. La elección de los colores, la ocupación de un espacio amplísimo… semejante contaminación visual no puede pasar desapercibida. Observen como esta publicidad a gran escala anula por completo el efecto de la publicidad convencional en la esquina inferior derecha del edificio, en las farolas y, posiblemente, en los parabrisas de los automóviles.
La leche Anando con esta campaña buscaba hacer frente a las compañías de zumos y bebidas energéticas en el target de los niños. Para competir, la leche Anando también tenía que ser divertida. Resulta chocante el posicionamiento de los publicistas argumentando que los niños viven en un mundo de fantasía y que su pretensión es generar en la población infantil sueños aún más fantásticos. La visión de los niños puede, desde luego, ser fantástica e inocente pero a menudo los niños de las culturas más avanzadas viven desasidos de un contacto directo con la realidad; hablamos de películas, videojuegos… es como si los mayores nos viéramos obligados a maquillar la realidad o a sustituirla con mentiras eficaces. El juego contiene importantes valores para el niño. A través del juego el niño interpreta el mundo adulto y ensaya el teatro de la vida. De otro lado, la publicidad en el caso de los alimentos destinados al público infantil es un asunto que debe ser tratado con pinzas pues, por perseguir un sueño inalcanzable (lo que en la adolescencia se puede convertir en la obsesión de tener un cuerpo supuestamente perfecto) pueden aparecer serios trastornos de salud.
Hablar de este anuncio de Axe es hablar de modelos de conducta sexual. La mujer asume un rol pasivo, objetual ligado a posturas tradicionales y el varón adopta una tipografía entre el modelo burgués mezclado con una estética capitalista. El éxito, la capacidad sexual… todo depende de la parte activa masculina que debe consumir en parafernalia erótica para poder presumir y jactarse de sus conquistas, de sus dotes cazadoras en círculos posiblemente masculinos. Aunque pueda parecernos un machismo renovado no es sino un viejo machismo, disfrazado por una estética actual.
Finalmente, una oda al sadismo y a la violencia gratuita, propaganda de la película americana Kill Bill. Creo que el anuncio tiene un gusto tan pésimo que no es necesario comentarlo. Entre las satisfacciones o los pequeños premios de nuestra ajetreada vida consumista podemos emplear nuestro ocio en disfrutar de violencia aderezada con sexo y altas cotas de aturdimiento sensorial. Para creer liberarnos de la opresión intelectual podemos caer en este círculo perverso que, sinceramente, dudo mucho que nos produzca alguna honda satisfacción.
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