Los modelos que vamos a presentar a continuación aparecen en la publicación Guía práctica de la sexualidad masculina, escrita por Julián Fernández de Quero[1]. Responden a estudios realizados por Joseph Vicent Marqués y son, a nuestro juicio, bastante aproximados a la realidad histórica que los españoles hemos padecido. Resulta interesante observar las descripciones, y, sin duda, dan bastante que pensar.
Modelo clerical- represivo:
Por fortuna, actualmente, en decadencia y sólo prevalece en grupos minoritarios de personas imbuidas de algún tipo de religiosidad. Dominante en el s. XIX, la sexualidad se manifiesta como un instinto pernicioso del que hay que defenderse. Sólo está socialmente permitida cuando sirve para la función reproductora, dentro del matrimonio, con o sin afecto. De la sexualidad, o no se habla o se habla para prevenir contra ella, como pecado mortal que es. El varón sufre el sexo como una enfermedad hereditaria, debe fortalecer su voluntad y, si a pesar de todo, cae en la tentación, puede confesarse como último recurso. La mujer no tiene sexualidad; ha nacido para ejercer la función sublime de esposa y madre, si demuestra su gusto por el sexo está poseída por el demonio. Está obligada a mantener con su marido relaciones por débito conyugal con la intención de dar hijos a Dios. Todo comportamiento sexual alejado del coito reproductor matrimonial está mal visto, también la conducta masturbatoria y la homosexualidad (ésta última es la perversión mayor de todas). Las fantasías están prohibidas lo cual ha llevado a muchos estudiosos a interpretar las fantasías místicas como una forma enmascarada de erotismo. Sus agentes portavoces son los sacerdotes religiosos.
Modelo burgués-tradicional:
Permanece en la actualidad en clases medias y bajas de nuestra sociedad. La sexualidad es vista como un peligro para la estructura social (es mala para las mujeres, porque las convierte en prostitutas; es mala para los obreros, porque les impide trabajar) pero, al mismo tiempo, es divertida para el varón burgués. Sigue el principio de haz lo que te digo pero no lo que hago. El burgués tiene un discurso negativo en casa, en las instituciones, con los niños… y un discurso grosero en los círculos exclusivos de varones adultos. El varón es un cazador; lo importante es la cantidad de piezas cobradas aunque para ello haya de jugar sucio. Los chistes y humoradas clásicas del español (los llamados chistes de sal gorda) son típicos del machismo más exacerbado. Los ideales masculinos se reflejan en la literatura libertina y romántica a partir de personajes como don Juan Tenorio, Giacomo Casanova… La mujer es divida en dos clases: La decente, educada par ser madre y esposa asexuada, que se atiene a los valores del modelo anterior y la viciosa, que se deja llevar por sus instintos sexuales. Mientras que al hombre se le reconoce su sexualidad como algo positivo, la mujer debe poseer las características del varón del modelo anterior. La actividad sexual típica se manifiesta en el débito conyugal requerido por el varón y sufrido por la mujer y, fuera del matrimonio, las demás actividades sexuales llevadas a cabo por el varón y la mujer viciosa. Como en el modelo anterior, todo comportamiento sexual alejado del coito reproductor matrimonial está mal visto, pero ahora este comportamiento perverso es deseado y buscado siempre y cuando permanezca en el submundo social. La fantasía dominante en el varón es el harén moruno, versión idealizada del machismo oriental. Sus portavoces son hombres.
Modelo capitalista-permisivo:
Surge a partir de la finalización de la II guerra mundial y se desarrolla en la sociedad de consumo, en el estado de bienestar. La sexualidad es una capacidad humana positiva, para hombres y mujeres, sin distinción de clases ni condición social. Esta capacidad hay que desarrollarla para que se convierta en elemento fundamental del matrimonio. Viene marcada por una divulgación científica y pornográfica; la sexualidad es objeto de consumo, conviene invertir en ella bien en conocimiento, bien en actividades lúdicas eróticas. El varón ahora es valorado ya no por su deseo inagotable sino por su habilidad para provocar placer a su compañera. La mujer pone el capital (su cuerpo) que es algo inerte y pasivo y el hombre pone su esfuerzo, dando como resultado la plusvalía que se lleva de ella. El nuevo machismo no es el del amo, sino el del ejecutivo responsable. La mujer ya es portadora del deseo sexual pero no es dueña de él. Su placer depende de las técnicas masculinas. En teoría no existe comportamiento perverso aunque sigue habiendo cierto rechazo a la homosexualidad. Las fantasías dominantes son el orgasmo simultáneo (como expresión perfecta del correcto ajuste de la pareja) y la cama redonda (versión actualizada y democrática del harén moruno). Sus portavoces son los técnicos: médicos, psicólogos y otros profesionales de la sexología.
Hay que tener en cuenta que los historiadores de sexología sitúan la aparición del amor en la alta Edad Media occidental. Antiguamente la relación sexual que los hombres mantenían con las mujeres era de posesión de objeto y dichas relaciones eran bastante similares a las de los animales.
[1] Guía práctica de la sexualidad masculina. Fernández de Quero, Julián. Ed. Temas de hoy. 1996
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