Hoy tengo intención de referirles una historia del todo trivial, anecdótica y –por qué no avisarlo– sin demasiada enjundia. Ocurrió un día cualquiera, un día de esos en los que podemos despreciar el simulacro literario para construir un escenario atrayente. Ese día cualquiera en el que no determinaremos si hacía frío o calor, si era pronto o tarde, si el viento azotaba las copas de los árboles o la niebla desenfocaba los contornos de los edificios… ese día cualquiera recibí un mensaje de correo electrónico. Su autora, a la que llamaremos A con motivo de proteger su identidad, agradecía el hecho de que le hubiera facilitado mi dirección de correo con motivo de que intercambiáramos, por esa vía, información personal. También aseguraba que teníamos un alto porcentaje de compatibilidad en el test de una página web, una suerte de red social donde la gente podía buscar pareja y a veces encontrarla.
Debo reconocer que el
COMERCIAL
de la página web aquella emitido por televisión resultaba bastante atractivo pero no, definitivamente, jamás yo había dado de alta una cuenta en ese servicio. Tampoco había facilitado mi dirección de correo a A ni, por descontado, había hecho un test de compatibilidad. Lo cual me llevaba a sospechar que se trataba de un
SPAM
Y me deshice del correo. Otro día cualquiera en el que no acierto a recordar si era especialmente literario y fascinante, recibí el mensaje de quien nombraremos B, comunicándome sus predilecciones por los viajes, la naturaleza y el baile. B, además, adjuntaba una foto suya. La imagen retrataba a una señora de unos cuarenta o cincuenta años posando junto a un perro pequeño y blanco, posiblemente suyo y de aspecto bastante saludable. Era un primer plano de modo que no se podía determinar bien si los dos se encontraban en un jardín o un parque pero la abundancia de tonalidades verdes en la foto aseguraba que los retratados disfrutaban de un entorno natural.
La apariencia de este mensaje y otros que vinieron después me llevó a pensar que aquello no era correo basura, sino mensajes de particulares que habían confundido la dirección del destinatario. Confusión que, de otro lado, se debía producir debido a que alguien estaba facilitando mi cuenta de correo creyendo que era suya, posiblemente de forma no deliberada. Alusiones a este enigmático personaje en los mensajes y otros mensajes distintos me llevaron a elaborar un perfil bastante detallado:
Varón de raza blanca en torno a los cuarenta o cincuenta años. Estado civil sin determinar, con una hija y en busca de pareja heterosexual de edad parecida a la suya. Residente en Barcelona, suscriptor a la agenda cultural de una librería de su localidad. Poder adquisitivo medio-alto en vista de los gastos sufragados a su hija y de las reservas en distintos Paradores Nacionales de habitaciones dobles. A veces se muestra algo intransigente en las conversaciones por tener convicciones muy arraigadas.
Podía haber sido peor. El caso es que no puedo comunicarme con mi doble para decirle que A, B, C… jamás recibirán un mensaje de contestación lo cual me conmueve pues, como norma común, me gusta que el amor exista y gobierne por encima de todas las cosas.
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