22 de marzo de 2020

La tabla de surf

Soñé anoche que realizaba con mi hermano un viaje a la costa. Nos alojábamos en un hotel antiguo, con oscuros patios de luces y pasillos idénticos, puertas de madera. Fuimos a la playa y teníamos intención de visitar un puerto de aguas verdosas. Llevábamos con nosotros una tabla de surf para bañarnos.  

En la playa había un hotel, o un restaurante que era también una suerte de barco. El director de aquel alojamiento, trajeado, nos informaba que, si pretendíamos llevar la tabla de surf de vuelta a nuestro alojamiento, debíamos de recurrir a los servicios del hotel-barco. Pensé que era algo inusual que el propio director del alojamiento llevara a cabo personalmente aquella mundana tarea. También me pregunté si no sería posible esquivar aquel engorroso trámite, pero opté por ser legal.

Mi hermano y yo llegamos hasta una suerte de tienda y allí un empleado se ocupó de embalar cuidadosamente la tabla de surf, para lo cual, hubo de desmontarla primero. Le ayudé a poner cinta adhesiva y papel de burbujas, labor dificultosa y que no tuvo muy buen resultado. Pregunté a los empleados si aquello iba a acarrear un alto coste, a lo que una compañera del dependiente que estaba embalando me reveló que los empleados de aquella tienda cobraban seis euros la hora. Traté de calcular cuánto me correspondería pagar por el servicio, pues la cifra que me habían facilitado era de lo que se componía su sueldo, pero yo no tenía por qué pagarlo íntegro. Me pareció un sueldo bastante exiguo, de otro lado. 

Aguardaba a que mi hermano llegara al paseo marítimo, una vez hubimos dejado la tabla en la tienda, y desde allí pude ver un comedor del hotel, que en aquel momento se encontraba ocupado por la tripulación, vestida como si fueran pilotos de avión.

Volvíamos a nuestra habitación y yo trataba de recordar el camino hasta ella. Antes de emprender la marcha, me asaltó la duda de si habíamos hecho bien en dejar la tabla de surf en la tienda, pues lo mismo habíamos iniciado el trámite para venderla, siendo nuestro beneficio, irrisorio comparado con el que la tienda iba a obtener. Al margen de esto, como dije, nuestra intención era simplemente traerla con nosotros.

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