Hoy me gustaría inaugurar una sección que podríamos titular Terapia de pareja, Las 100 claves de amar, Hacer y ser feliz en diez cómodos pasos… pero, sinceramente, no creo que vaya a escribir más sobre el tema a pesar de poder aparentar tener amplios conocimientos sobre él. Bien, al lío:
¿Quién no se ha preguntado alguna vez cuál es el origen de sus discusiones en pareja? ¿Cuántas veces ha vuelto sobre el pasado tratando de encontrar justificación a su conducta o a la del ser con quien comparte su vida? Creo que tras una minuciosa investigación puedo contestar brevemente a su pregunta, ahorrándole un montón de esfuerzos en vano, mejorando su convivencia, aumentando su confianza y asegurándole bienestar.
Científicos de prestigiosas universidades han estado trabajando con diferentes parejas a las cuales se ha sometido a distintas dietas alimenticias. Unas de esas dietas han estado bajo supervisión de un experto en nutrición mientras que otras han seguido los estándares de nuestra dieta común. Nuestra dieta occidental cuenta con un exceso graso y proteico lo cual lleva a generar una actividad cerebral excedente dado nuestro sedentarismo. Esta actividad, según parece, mucho tiempo almacenada, entra en el proceso que los científicos han llamado sobrecarga nerviosa o síndrome de la susceptibilidad. Cualquier nimio motivo puede convertirse entonces en una acalorada discusión. Fueron pues, más frecuentes las discusiones del grupo mal alimentado que las del alimentado según la vigilancia de expertos en dietética. Este estudio revela que además los científicos que siguieron el proceso, si estaban mal alimentados, tendían a intervenir en las discusiones poniéndose del lado de las personas de su mismo sexo.
Yo no sé si esta investigación se ha llegado a efectuar pero tal y como está el mundo de las investigaciones no me extrañaría nada. Quizás pues, todo lo expuesto aquí no tenga nada que ver con el origen de las discusiones pero una cosa es segura: el origen de las discusiones en pareja siempre es tanto o más absurdo que el que acabo de exponer.
No tiene mucho sentido preocuparse por cosas que no tienen ningún sentido.
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