El reciente fallecimiento de Jerry Lee Lewis, el último sobreviviente de la primera avanzadilla del rock clásico, me ha animado a tratar un poco de pasada asuntos musicales remotamente emparentados con él que tengo intención de compartir con ustedes, siempre que no sea mucho pedir.
Sospecho que el reguetón ha venido para quedarse. Digo esto porque cuanto antes lo asimilemos, menos doloroso será el pesar de las viejas generaciones.
Repasemos un poco la historia; el reguetón, según dicen, bebe del reggae y el hip hop. Del primer estilo, de hecho, toma el nombre. El bautismo fue oficiado por un tal Daddy Yankee, no sé si les suena. Allá en Puerto Rico, los jóvenes de los noventa empezaron a cantar a la droga, a la violencia, a la amistad, al amor o al sexo. En los garajes de los suburbios se fraguaba el estilo y empezaban a rular los primeros mixtapes clandestinos, junto con otro tipo de sustancias y quién sabe qué cosas más. Solo diez años después, el reguetón se había masificado y viralizado hasta cotas insospechadas.
Efecto dominó: millones de jóvenes se dejaron seducir e identificarse por una música nueva y prohibida, y esos jóvenes, tiempo al tiempo, asociarán esos sonidos, esas letras, posiblemente con nostalgia, a la primavera de su existencia.
Les vaticino que en el futuro no habrá señores mayores en Benidorm bailando pasodobles, Daddy Yankee sonará a todo trapo.
A la gente mayor no nos gustó aquella moda y criticarla, teniendo en cuenta su dudosa moralidad y su simplismo musical, era bastante fácil.
Pero ahí tienen de nuevo a Jerry Lee Lewis, un ángel caído del mundo del espectáculo a pesar de su talento incuestionable por su reprochable conducta. Conducta no muy distinta de la del propio y omnipotente Elvis -que sí ganaría el cielo- y no muy distinta, que es a lo que vamos, de la de muchos iconos del reguetón.
Lo del simplismo musical, curiosamente, ya se colgó en su día como cartel al rock, refiriéndose a él despectivamente en términos de esa música de tres acordes o, más recientemente, se colgó la etiqueta de chunda chunda, para llamar así a determinados ritmos ramplones de la entonces incipiente música electrónica. Todo parece apuntar que, desde la perspectiva geocéntrica del oyente conservador, hay una tendencia a ver lo diferente como una manifestación reducida y burda, reflejo de la mentalidad de su público.
Los contenidos de las letras incendiarias del reguetón; violentas, machistas, arrogantes, libidinosas, perversas, provocadoras, escandalosas, lascivas, ofensivas, sicalípticas… eran el día a día de las viejas y veneradas vacas sagradas del rock.
El mensaje del rock y del reguetón, en la mayoría de los casos, es el mismo, con unas formas, eso sí, en el primero de los casos, más reposadas y contenidas. Pero no creo que lo fueran por respeto, pudor o prurito estético, sino porque simplemente hablamos de épocas y latitudes con poco en común.
Hay más de un abuelo que escuchó a Chuck Berry de tapadillo, ante la desaprobación de los bisabuelos, que optaban por músicas tradicionales o clásica (cuando no entendían que la música, en general, era perversa); que luego desaprobó el heavy que escuchaban sus hijos, y estos hijos heavies, a su vez, critican a sus hijos que, claro está, gastan reguetón.
Los propios artistas de blues y rock de hace décadas, ante la deriva que estaba experimentando su música, se cuestionaron si acaso no andaban equivocadamente profanando un noble arte ligado al sumo hacedor para transmutarlo en un canal de los más bajos instintos.
El colmo fue ver a los blancos tocando y bailando música de negros y al final, contra las numerosas y airadas voces de protesta que pretendían una juventud decente, uniformada, familiar, tradicional y religiosa, se erigió por consenso una cultura popular que enfrascó disconformidades, sueños y sensibilidades, en himnos que hoy nadie cuestiona.
Denle unos años más al reguetón y verán si es o no cuestionado.
El reguetón, sí, viene a ser como ese presidente que nadie ha votado y que ha acabado elegido.
Tocante a lo personal, dudo bastante que me encuentren algún día escuchando reguetón, no obstante quiero, desde aquí, invitarles a cogerle cariño pues quizá lo que venga después nos haga añorar estos raros tiempos de trap y reguetón.
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