31 de mayo de 2020

El viaje a EE. UU.

Anoche soñé que viajaba a EE. UU. Con mi novia. Visitábamos un Burger King, que estaba lleno de inmigrantes que hablaban español. A la hora de pagar, mi padre aprovechaba unos dólares que tenía en la tarjeta de crédito. Nos cobraban alrededor de 130 dólares por unos menús, cosa que me pareció excesiva, pero con el cambio igual salía bien de precio. 

Hacíamos algunas excursiones por los alrededores, que eran bastante pintorescos, pero nada demasiado fuera de lo común. Planteaba la posibilidad de ver cosas más interesantes, pero, por algún motivo, quizá por temor a extraviarnos, no podíamos alejarnos mucho del hotel. Propuse entonces configurar una hoja de ruta en los días siguientes, y mi novia y su hermano me dijeron que tampoco era cuestión de tenerlo todo planeado. Objeté que todo, todo, no, pero sí por lo menos realizar un esquema para regular nuestras visitas.

Caminábamos por la vereda de una carretera y procurábamos no cruzarnos con gente que hacía deporte a razón del coronavirus. Corrían tan rápido como si fueran en coche. Llegábamos hasta un gran río y no pudimos continuar la marcha. Recuerdo lanzar una piedra arenosa a las aguas. Allí, en EE. UU. Los ríos eran bastante grandes, así como las montañas. 

Dábamos una vuelta por la ciudad, y veíamos un rascacielos futurista y vidrioso que estaba comunicado con otro, formando un arco por encima de la carretera. Subíamos a un ascensor para visitarlo. Éramos cuatro en el ascensor e íbamos un poco apretados. El ascensor describía la curva del arco de manera que iba inclinándose a medida que ascendía. Los pisos pasaban bastante rápido. Me di cuenta de que no íbamos a coger altura con el ascensor, sino a volver a la primera planta describiendo el arco, por lo tanto, no podríamos sacar fotos panorámicas.

Llegábamos al hotel y el camino hasta él estaba lleno de musgo. Levantaba un poco el musgo para dejar al descubierto el antiguo pavimento. Había allí alguien que estaba interesado en que aquello se restaurara y volviera a lucir como en tiempos pretéritos.

21 de mayo de 2020

Flautas y cacahuetes

Los integrantes de un grupo de música estaban tocando la flauta. Me acercaba a ellos y me interesaba por el instrumento. Observaba que las flautas que tocaban eran muy cortas, también negras y que los labios no los apoyaban en lo que llamé técnicamente la embocadura. Pregunté si eran flautas celtas, a lo que me respondieron de forma afirmativa. Me parecía curioso que se tocasen de lado, como la flauta travesera y no de frente, como la de pico, asunto que también tuvimos oportunidad de comentar. 

Al ser tan cortas las flautas, tenía dificultades para integrar todos los dedos en ellas, de modo que uno de los músicos procedía a darme pequeños cacahuetes para que los tocara. Los cacahuetes que me iba dando aumentaban de tamaño con el fin de que, cuando llegase la flauta a mis manos, no me pareciera tan pequeña en comparación con los cacahuetes.

Cuando finalmente alcancé la flauta, esta parecía más bien una ocarina, pues tenía un cuerpo grueso y redondeado, similar al de un escarabajo, con tres filas de agujeros, de modo que mis manos no podían taponarlos todos a la vez.