28 de marzo de 2024

La ruptura

Los vecinos de mi antigua casa se habían mudado. Lo advertí en cuanto descubrí que a dos habitaciones del piso superior le faltaban las paredes exteriores; también la luz de la cocina y el salón estaba dada, pero no había nadie dentro. Me sorprendía que hubieran dejado la casa en esas condiciones y era probable que los vecinos no fueran a volver. 


Conducía de noche. Atravesaba Madrid. Recuerdo, en el sueño, llegar a una zona oscura y deshabitada por la que solía transitar en condiciones normales, pero que, a aquellas horas, decidí evitar. Para llegar a mi destino sin atravesar aquel polígono me veía obligado a describir un rodeo. Consultaba el GPS para seguir la trayectoria y adivinaba que, a pesar de que el camino inicialmente fuera distinto, tarde o temprano me vería obligado a pasar por aquella zona conflictiva.

Giraba y seguía el camino en el GPS hasta el punto en que desviaba la vista de la carretera y me guiaba sólo por él. El vehículo se desviaba de su trayectoria y teóricamente atravesaba zonas edificadas, pero aún así no colisioné con ningún objeto. Parecía un videojuego. Descubrí al final que se trataba de un coche de la autoescuela y el recorrido había quedado grabado en un ordenador. Me gustaría exportar aquel recorrido para atesorarlo pues, una vez abandonase la autoescuela, el registro del recorrido se perdería. 

Había atravesado sinuosas zonas de países nórdicos, entre ellas un estrecho sobre una lengua de hielo. Había, en el ordenador, una foto del coche realizando un salto acrobático sobre el hielo. 


Mi novia y yo estábamos de vacaciones en Benidorm. Unos amigos nos visitaban en un bar y yo me dedicaba a tomar fotografías. Debía hacerlo desde determinada distancia puesto que tenía colocado el teleobjetivo. Una amiga se prestó a fotografiarme, puesto que yo había fotografiado al grupo y no aparecía en las fotos. Me esforzaba en que todos los miembros del grupo quedasen encuadrados además de enfocados, cosa que no siempre ocurría.

Quedamos en el bar esta amiga, mi novia y yo. Miré a la playa y encontré unos bonitos juegos de sombras en el paisaje. Mi novia y su amiga estaban conversando mientras buscaba apresurado la cámara, puesto que la amiga, tras fotografiarme, la había guardado. Preguntaba a las chicas por la cámara y no me respondían y al final, entre unas cosas y otras, tropecé con la cámara guardada y rompí un objetivo.

Me enfadé mucho y empecé a gritar de forma contenida a mi novia, puesto que no me había ayudado a buscar la cámara ni a tratar de repararla. Con la discusión quedaba patente que nos íbamos a separar, así que bajamos de un ascensor tras recoger algunos enseres de equipaje. Recuerdo sentarme en el suelo del ascensor y pulsar un botón para que no se cerrase la puerta, mientras que nuestra amiga y yo esperábamos a que mi novia entrase. La amiga iba a bajarse antes de que llegáramos a la planta baja. Se había alojado en el mismo edificio.

Como la ruptura entre mi novia y yo era inminente, volvería solo a Madrid y mi novia lo haría con su amiga, alojándose en su apartamento. Mi novia estaba un poco fastidiada por todas aquellas renuncias, pero las aceptaba y estaba dispuesta a que rompiéramos. Le pedí la mensualidad del piso, junto con algunas otras cosas pero, al final, caí en que estábamos a final de mes y al mes siguiente no íbamos a estar en Benidorm. Así que me pareció justo devolverle su mensualidad, en suma, repartí algunos alimentos que había en la cocina, antes de que mi novia se marchase. 

Haciendo balance de la discusión, el motivo, como dije, no era tanto culpar a mi novia de la rotura de la cámara como inculparla de no buscarla ni tratar de repararla, eso cuando yo había reparado otras cosas que a ella se le habían roto. Mi novia estaba demasiado ocupada tratando de llevarse bien con su amiga,  quedando yo un poco al margen. También me sentía horriblemente mal por haber levantado la voz y haber perdido los papeles, hecho que no ayudó precisamente a resolver el conflicto y que me invitaba a pensar que me había hecho quedar como un perturbado.

11 de marzo de 2024

Sky Alcalá

 

El avión

Soñé anoche que nos encontrábamos en una suerte de viaje turístico por los campos de México, aunque la zona guardaba bastantes semejanzas con el sur de España y con los encinares que pueden visitarse en la Comunidad de Madrid. 

Realizábamos un tour en un viejo camión que atravesaba sinuosos caminos de tierra algo enfangados, franqueados por vallas de espinos. En los campos, celosamente vigilados, se cultivaban fresas. Tras la vuelta por los cultivos, frecuentamos una especie de taberna andaluza con paredes encaladas. 


Estaba con mi novia en el aeropuerto con intención de coger un avión. Una trabajadora joven del aeropuerto estaba reteniendo a algunos viajeros, también jóvenes, dado que estos no presentaban su documentación correctamente. Recuerdo que nosotros teníamos buen trato con la trabajadora, pero no fue suficiente para que no nos reclamara la documentación también, dándose el caso de que mi novia no llevaba consigo el DNI. Aquello me enojó bastante, pues era bastante obvia la obligación de acudir debidamente documentada al aeropuerto. Por suerte, pensamos en buscar los datos del DNI en el móvil, tarea que en un principio parecía complicada y que nos corría prisa, ya que no sabíamos cuándo iba a partir nuestro vuelo.

Finalmente, accedimos a la zona de embarque y busqué nuestro avión entre un sinfín de números de puertas. Unas mujeres de mantenimiento (también jóvenes) estaban limpiando un pasillo, de modo que mi novia y yo tuvimos que quedarnos quietos en un rincón donde el suelo no estaba húmedo. Todo parecía indicar que no perderíamos el avión, a pesar de la demora.

El resto del viaje del avión se enlaza con otro sueño de un viaje a EE.UU. o a Canadá, que no recuerdo con nitidez suficiente. Quizá tuvo lugar esa misma noche, aunque sospecho que fue anterior. De él rememoro fragmentos del interior del avión, espacioso y separado por cortinajes, con elementos de color amarillo o naranja. Resulta curioso que estos colores también estuvieran relacionados con al menos otro sueño de aviones y aeropuertos. 

El destino, EE.UU o Canadá, era muy verde y con canales llenos de agua. Estuve esperando a que me atendieran en una especie de restaurante, o lavandería. Me preocupaba que los precios y los bienes y servicios fueran muy distintos a mi lugar de origen. 

4 de marzo de 2024

Felipe y los caracoles

Soñé que asistía a una clase con el rey Felipe VI como compañero. Parecía que nuestra relación era buena, pero quedaba patente que perderíamos el contacto a causa de que a Felipe no le iban a dejar influenciarse por mis ideas poco monárquicas. No, definitivamente yo no era el colega adecuado para Felipe. Sentí un poco de decepción por perder un amigo, al tiempo que adivinaba todo aquel futuro con lógica y resignación.

En algún momento del sueño estuve conduciendo por unos parajes que eran una suerte entre Galicia y Granadilla (Cáceres). Se trataba de barrios residenciales en construcción, próximos a una costa rocosa. 

Un hombre vasco se quejaba de que la cosecha de caracoles de aquel año iba a ser mala, en parte debido a que habían plantado muchos pinos ecológicos en el monte y estos no daban suficientes piñas. Era como si se avecinara un futuro climático bastante grave y comprometido y nadie estuviera haciendo lo suficiente por evitarlo.Todo lo más, las medidas ecológicas adoptadas se revelaban como contraproducentes.

10 de febrero de 2024

Febrero


 

El chatarrero

 Anoche soñé que estaba haciendo limpieza en el sótano de mi antigua casa. Oía el aviso del chatarrero y salía a la calle en su busca, puesto que había algunos muebles que tenía que llevarse. El chatarrero había pasado de largo, pero me vio por el retrovisor y dio marcha atrás a su furgoneta. Bajamos al sótano y de allí sacamos una cama blanca que estaba desmontada, sin colchón. El chatarrero empezó a tocar un cable pelado para advertirme de que no había luz suficiente en el sótano. Si no había luz suficiente, el aire acondicionado no funcionaría, así que lo encendí para probarlo, descubriendo que funcionaba perfectamente. Dado que el aire acondicionado estaba operativo, el chatarrero me dijo que a él le parecería perfecto vivir en aquel sótano.

Había, además, algunos sofás apilados en el sótano, y yo pensé que quizás me pudieran servir para mi nueva casa, pues eran grandes, pero de un diseño no muy atractivo. Quise que el chatarrero se llevase dos de ellos, mas no sabía si mi padre los iba a querer.

 

Conduciendo, me metí por una rotonda en sentido contrario, de modo que tomé la primera salida y, gracias a que no había tráfico, pude dar la vuelta y encarar bien la rotonda. Cuando pasé la intersección, un coche de policía llegó a toda velocidad y colisionó conmigo frontalmente. Pensé que la policía había chocado conmigo por haber cogido anteriormente mal la rotonda, aunque esto era bastante poco probable. Todo apuntaba a que, en una persecución o algo así, la policía había cometido una imprudencia.

8 de enero de 2024

Esenciales

Paseaba por el centro de Madrid y, al final de la calle, atisbaba un edificio con banderas y camisetas de fútbol colgadas en los balcones. Pensaba que el fútbol era como una religión que arrastraba a la gente y que en cambio el arte era algo bastante más minoritario e impopular.

Unos hombres de raza negra empezaban a descolgar aquella ropa y paseaba por los aledaños de aquel gran edificio que parecía una nave industrial ocupada. El edificio no tenía cristales en las ventanas y algunos huecos habían sido tapados con bolsas de plástico negras. Al encontrar más inmigrantes y la zona un poco más degradada, decidí cambiar de ambiente, no fuera a ser peligroso.

En una de las partes del edificio había inmigrantes viejos reunidos, y esto me llevó a suponer que los inmigrantes tenían organizada un tipo de sociedad clandestina en aquel gueto.

 

Todavía deambulando por las calles, ya en busca del metro, encontré a varias personas vestidas de sanitarios, esto es, con un pijama verde, los guantes y las mascarillas. Por lo visto ahora permitían a los sanitarios ir con su uniforme de trabajo por la calle, un derecho que les había costado mucho conseguir.

Un enfermero joven estaba buscando su puesto de trabajo en el hospital, para lo cual le habían indicado un número al que tenía que dirigirse. Sopesaba ayudarle, pero me daba cuenta de que el número que tenía apuntado podría no coincidir con los números verdaderos de los portales. Era muy posible, en suma, que el sanitario tuviera que ir al asentamiento de los inmigrantes.

Reflexioné sobre la labor de los sanitarios, siempre en los peores lugares.

- Ahora somos esenciales – me dijo el sanitario novato, refiriéndose a la pandemia. Yo le dije que eso no había cambiado, que siempre habían sido esenciales.

3 de enero de 2024

El abrigo de pelos

Tenía un abrigo negro de plumas y trataba de limpiarlo. Entre sus pliegues había pelos que se me habían caído. Me sorprendía encontrar tantos, había verdaderas matas que se enredaban por doquier. Hallé incluso pelos largos de cuando estudiaba en la universidad y llevaba el pelo de esa manera.

Mis padres me decían que tendría que quedarme hasta por la noche a arreglar aquel desaguisado, pues los pelos también se habían caído por los suelos de mi antigua casa y era difícil barrerlos sin dejar rastro. Argumentaba que había pasado mucho tiempo despeluchando el abrigo, que continuaría al día siguiente, puesto que por la noche quería disponer de algo de tiempo libre. 
Al final, accedí a pasar la noche restaurando el abrigo, pero entonces mis padres cambiaron de opinión y me aconsejaron que fuera a descansar.

Mi madre me decía que, de pequeño, siempre había buscado el cobijo y la sombra de las casas. Reflexioné sobre ello y me di cuenta de que, sobre todo en verano, sí era cierto que tendía a refugiarme en los espacios cerrados, más frescos y sombríos, como la antigua casa de mis primos.