30 de enero de 2019

100



Redacción de Las torres de papel: Con motivo de la publicación de su centésimo álbum, El autor de El viaje de Antonio viene hoy a hablarnos un poco de él y de otros asuntos relacionados. Damos la bienvenida a nuestro invitado.
Autor de El viaje de Antonio: Gracias, un placer, encantado.

R: ¿Qué tiene este trabajo de especial, en relación con los 99 anteriores o, por lo menos, por qué este lo acompaña de una entrevista, cosa que no es frecuente?
A: Cuando publiqué el Diga 33, que coincidió con la edad que entonces calzaba, también la edad en la que Jesucristo fue crucificado, afirmé que podrían entenderse los álbumes como números de lotería. En algunos boletos puede aparecer un premio para el oyente y lo más seguro es que haciendo álbumes, al igual que jugando a la lotería, solo te hagas un poco más pobre. Ya desde el segundo álbum, algunos de mis trabajos presentan numeración y las cifras 99 y, en especial 100, me parecían significativas. En el momento de abordar el número 100 me proyecté idealmente sobre una nueva audiencia, tal si fuera el álbum 1 y no el 100, y me dije: bueno, antes que este trabajo hubo un número considerable de trabajos previos, debería ser algo demostrativo o interesante, quizá algo distinto o especial. La gente va a verlo y a decir: joder, 100 álbumes, ya se dice pronto, y quizá, como es lógico, pues tengan algún tipo de expectativa que se vea o no recompensada. Hacer 100 álbumes debería suponer, aunque solo fuera por aburrimiento, que el resultado va a ser destacado, no obstante, seguramente, haya quien conciba que el primer volumen es muy superior al número cien, y razón no les faltará. En el arte, el esfuerzo no es, ni de lejos, el principal garante de éxito.
El caso es que rematé el álbum 99 con relativa facilidad, acomodándolo a unas fórmulas sencillas, efectivas y poco arriesgadas. Normalmente, cuando empiezo una composición, grabo una primera línea. Puede ser una melodía, una sucesión de acordes o incluso un ritmo. No suelo pararme mucho a pensar en la idoneidad de esta idea, pues casi cualquier idea es cuestionable. A veces funciona mejor, otras peor en el desarrollo conjunto de la pieza. Para el número 100 quizás me he detenido más a la hora de presentar este primer impulso, en suma, quise llevar los temas hasta sus últimas consecuencias, a pesar de que pudiera haberlos abandonado en una fase de menos elaboración, tal y como suelo hacer si veo que el chicle ha perdido sabor.
La publicación de este álbum, por lo demás, coincide con un momento turbulento de vivencias personales. Es la primera carátula en la que poso y creo que refleja bien mi momento presente. Sentado en una suerte de trono decadente y rodeado del esplendor de épocas pasadas. Todo un poema.

R: Algunos, hace algún tiempo, quisieron proponerle para el libro Guinness World Record, en base a su productividad.
A: Me hizo gracia aquella exageración. Cosas del destino, en una de las muchas plataformas en las que publico, comencé a seguir a un tal Charles Segal. No tengo ni la más remota idea de cómo su trabajo llegó hasta mis oídos. Con el tiempo, fui observando el volumen de sus publicaciones y estableciendo una suerte de paralelismo con las mías. Habitualmente suelo publicar un tema al día, que ya es bastante, pocos artistas son tan activos en esa plataforma, pero es que este hombre llegaba a publicar varias listas de temas en un solo día. Charles Segal es ya algo mayor y, cuando dejaba de publicar, pensaba que acaso le había llegado su hora. Años después, a través de una actualización de su perfil, descubrí que ostentaba el récord Guinness de productividad musical, con cerca de 15.000 grabaciones. Este año seguramente Orquesta Arrecife lance su track 1.000, así que lo del Guinness tendrá que esperar bastantes años, siempre y cuando Charles Segal se esté quietecito una temporada, claro. Con esto no quiero expresar que desee su deceso, ni nada parecido. No me preocupa mucho alcanzar los 15.000 de Segal pues, ya con 1.000, he dejado a bastantes artistas de renombre en la cuneta. Y cualquiera de estos artistas con cualquiera de sus temas ha alcanzado muchísima más repercusión que la Orquesta Arrecife en toda su discografía. Valoro mucho la cantidad, sí, pero, sin calidad, el asunto no tiene ningún trasfondo.
En relación a Spotify, leí hace tiempo una entrevista que no he conseguido volver a encontrar, así que mis siguientes afirmaciones pueden haber perdido algo de rigor. Circula por ahí un artista que ha publicado miles de títulos en dicha plataforma, recurriendo a una serie de estrategias, o trucos, para atraer oyentes, como, por ejemplo, poner nombres aleatorios de personas en las canciones, o nombres de países, o de ciudades. Esto último me recuerda inevitablemente a las tiendas de suvenires, donde a veces reservan una nutrida estantería con cientos de nombres en placas. Era, según la entrevista que recuerdo, ya digo, borrosa, una de las personas que más ingresos recibían de Spotify regularmente, lo que, traducido a cifras monetarias, al tema de la panoja, vamos, en dinero contante y sonante, venían a ser unos 2.000 euros al mes. El dato me impactó de manera dolorosa, pues si el Rafa Nadal de Spotify ganaba lo mismo que un Guardia Civil, con todos mis respetos al honorable cuerpo de la Benemérita, la base del resto de artistas que acumulamos muy pocas escuchas y seguidores (prácticamente nada en comparación con este artista que ni siquiera es medianamente famoso a nivel mundial), lo teníamos bastante crudo para llegar a prosperar algún día, en términos materiales e inmateriales.
Cada cierto tiempo se escucha en algún medio que algún artista (Mariah Carey, Taylor Swift, Ariana Grande, Rosalía, Selena Gómez…) pulveriza un nuevo registro en el streaming. 10,4 millones de escuchas, en un solo día, fue uno de estos hitos, lo cual se tradujo en un ingreso de 92.400 dólares en las arcas de Mariah Carey, de los cuales habría que desglosar partes que ella no recibiría. Recuerdo que mis padres, sentados conmigo delante del televisor en el momento en que transmitieron la noticia, quedaron atónitos con aquella abrumadora cantidad de ceros, pero no hay que olvidar que nos encontramos ante una cota histórica, mundial, completamente excepcional y de alcance muy difícilmente superable por muy, muy pocas personas. Spotify paga entre 0,006 y 0,0084 dólares por cada reproducción en la plataforma, y de ahí, como en el caso de la señora Carey, hay que descontar discográfica, productores, letristas, impuestos, etc. No desdeño los 92.400 dólares, pero, francamente, esta cifra, en este escenario, no me impresionó demasiado.

R: ¿Ha pensado en renovar su pseudónimo? Quizás sea hora de cambiar El autor de El viaje de Antonio por El autor de El patio.
A: Estoy gratamente sorprendido por el éxito de este último título. Si todo continúa como hasta ahora, alcanzará prontamente las 80.000 reproducciones en Jamendo, además de haber vendido bastantes licencias, cosa que, en el caso de la Orquesta Arrecife, no suele ocurrir. Como ya he señalado en otras publicaciones, es más de lo que se podía esperar de un tema que entró de milagro entre mis lanzamientos, pues nunca consideré que fuera, ni por asomo, una obra destacada. La mala calidad del resto de trabajos de su álbum es responsable de que haya tenido esta oportunidad. El esfuerzo, como señalé anteriormente, en el arte no lo es todo.
Ha implicado una enorme satisfacción recibir muchos vídeos con esta pieza de fondo, al tiempo que me he sentido algo decepcionado por no encontrar vídeos con otras piezas. En cualquier caso, aunque con El patio no pueda costearme de momento una mansión en Miami, al lado de la de Julio Iglesias, para mí ha supuesto un paso hacia delante y una gran motivación para seguir componiendo. Espero que, tras El patio, algún otro tema acabe siendo tan reconocido y siga ascendiendo en la eterna escalada del éxito donde, como me gustaría haber dejado claro en la presente entrevista, puedo considerarme afortunado si he logrado rozar un primer peldaño.