9 de abril de 2020

La coronaboda

Anoche soñé que un padre grababa un vídeo tocando el bajo con su hijo. El bajo del hijo era una especie de sampler, y pulsando las cuerdas se reproducía música pregrabada. Pensaba que con este ingenio el hijo tendría menos presión a la hora de tocar, dada la gran cantidad de trabajo a la que eran sometidos los niños prodigio. El niño comenzaba a tocar la pieza enchufando el bajo y, antes de enchufarlo, pasaba la clavija por las cuerdas, reproduciendo los samplers.  

Me asomaba a la ventana y veía en la casa del vecino un grupo de trabajadores con sudaderas blancas y logos azules del año dos mil introduciendo por el garaje montones de tierra. Pensé que alguno de mis vecinos había muerto a causa del coronavirus y, ante la falta de lápidas, lo iban a enterrar en el jardín, sin embargo, la cosa no era así.

Uno de los trabajadores, que resultaban ser miembros de alguna secta religiosa y no parecían tomar muchas precauciones con la pandemia, llamó a nuestra puerta y nos dijo que los vecinos iban a celebrar una boda, para lo cual necesitaban que estuviéramos festejando en el balcón.

Yo traté de cerrar las contraventanas para que no me molestaran, pero estas estaban desvencijadas y el viento, una vez cerradas, las volvía abrir. Los vecinos estaban tratando por todos los medios de que alguna princesa o alguien importante acudiera al evento, pero esto era difícil, especialmente con la crisis sanitaria. 

Veía en las noticias la boda. Los novios conducían un descapotable y en el maletero, abierto y lleno de flores, viajaban dos niños, uno de los cuales se aproximaba a un peligroso insecto, similar a un escarabajo verde, que se encontraba en la flor de una orquídea.

Los periodistas criticaban la boda por el riesgo que estaba asumiendo el infante.

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