Éramos los propietarios de unas catacumbas oscuras y llenas de agua, pero parte de ellas eran propiedad de otros dueños. Íbamos a visitarlas en una barca. El agua era fría y transparente y los techos cavernosos, bastante altos. En una de las paredes estaba colgada una virgen con unas velas, lo cual señalaba la propiedad de aquella cueva.
Pusimos nuestra respectiva virgen y nuestra vela para señalar que a partir de entonces también éramos dueños. Tendríamos que cambiar las velas cada cierto tiempo pues estas se consumían, pero eso no era lo peor; con el calor de las velas, la virgen también se iba derritiendo.
De esta suerte, cambié la vela correspondiente y traté de modelar la virgen derretida.
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