El otro día, en una conversación desordenada, acudió a mi mente las imágenes del famoso cuento La cigarra y la hormiga, y me pregunté por qué se tendía a representar a la cigarra -vaga, vividora, maleante - con un violín o una guitarra.
Es como si la vida de los músicos estuviera al margen de normas, esfuerzos y trabajos, fuera placentera y distraída, y en el invierno les tocara morirse de frío y llamar a la puerta de las responsables hormigas, quienes, gracias a su consumado sacrificio, dispusieran de recursos para afrontar los tiempos de apremio.
Considero que la asociación de la música a este estilo de vida es un tanto disparatada salvo en una cosa: la dedicación a la música suele ser placentera. No siempre lo es, claro, pero sí por norma general. Así que a los señores escritores de cuentos infantiles les propondría una adaptación moderna: La cigarra está durante el verano disfrutando de su música y la hormiga llevando pesados granos de arroz hasta su hormiguero. A la multinacional dueña de la plantación de arroz se le va la mano con los pesticidas resultando el deceso de todo bicho viviente: cigarras y hormigas. A la vista de tan trágico resultado piensen de qué le ha servido a la hormiga acarrear los pesados granos y qué bien ha hecho la cigarra en aprovechar su corta vida para dedicarla a algo que la hizo disfrutarla.
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