Ayer tuvimos el privilegio de poder ver la edición física de un cuaderno de poemas y hoy nos complace poder acercar al lector material descartado de la publicación digital. Se trata de un cuaderno que el artista suele llevar consigo y en el que anota algunas reflexiones. Esta es la portada y Ricardillo® nos explicaba así su composición:
"El comecocos no llegará nunca a la manzana pues, además de tener que insertar una moneda, está en medio el fantasma".
Las pegatinas son objetos encontrados. Cuadernos como éste permiten al artista tener un estudio móvil y no obligarse a componer sentado en un escritorio frente a un ordenador. El lugar donde surgen las piezas poéticas, pues, inspira al creador nuevos motivos y las palabras surgen en contextos determinados. La ciudad o el entorno natural, el momento... suelen ser a la vez detonantes y motivos de reflexión. La experiencia proporcionada por el medio se refleja in situ, y es directamente traspasada al papel. El poemario, fuera de su uso como cuaderno de viajes o de bitácora, de otra parte, también puede prestarse a ser co-escrito por otros autores además de hacer las veces de agenda o recordatorio.
También encontramos bosquejos y dibujos que nos gustaría compartir. Cuando el lector tiene el cuaderno entre manos, su apreciación de la obra es radicalmente distinta al visionado de las imágenes en pantalla y de igual forma la experiencia artística no es equiparable al contacto con la fuente directa.
(De arriba a abajo, en estricto orden: Dibujo de la facultad de agrónomos, agrónomos se convierte en agro-gnomos; Paseo bonito, detalle gráfico de una experiencia deambulatoria; anillos y una tormenta de ideas para el diseño de una camiseta).
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