No hace mucho el ayuntamiento de Madrid emprendió la remodelación de la Plaza del Callao. Cuando a los madrileños nos vendieron el proyecto nos garantizaron que los peatones ganaríamos un 40% del espacio, además de contar con zonas arboladas y un nuevo mobiliario urbano mejor adaptado a los usos de la plaza.
Años después, la imagen actual de la plaza es la de una gigantesca explanada de cemento, sin ninguna vegetación y con cinco asientos. Unida a esta escasez de asientos hay que destacar que tres de estos asientos son individuales y los dos restantes están juntos, una distribución completamente antisocial.
Pero más preocupante es la contaminación lumínica y publicitaria de la plaza. La tienda de ropa Desigual, los cines Callao y hasta el propio y emblemático anuncio de Schweppes, entre otras cosas, contribuyen a que la noche en la plaza sea un deslumbrante, abigarrado y chillón escaparate. También la cercanía de un tráfico muy abundante provoca que en la plaza lo que más se oiga sean las máquinas.
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