23 de noviembre de 2015

La cama Renault

Mi hermano y yo íbamos a recoger las llaves de un edificio viejo. Hablamos con el portero y nos dijo que los vecinos estaban muy enfadados porque, a causa de una falta de luz en nuestro piso, el ascensor había dejado de funcionar. De este modo, me aseguré nada más acceder a la vivienda de subir los plomos, mientras escuchaba algunas airadas protestas de vecinos enojados procedentes del descansillo.

Nos dedicamos a comprobar el estado de la vivienda y dejamos la puerta entornada, pues los antiguos inquilinos habían quedado en llevarse algunas cosas. Esto provocó que varios vecinos entrasen en la vivienda. Observé que había un televisor con el logo de un antiguo bar, que había sido retocado con algunas líneas. Sin duda aquellos cambios habían arruinado bastante la imagen original. Se deben de haber gastado una pasta en diseño, pensé. 

 

Mientras llegaban los inquilinos, mi hermano, los vecinos que habían entrado al piso y yo, nos pusimos a jugar al fútbol en un patio. El patio estaba sucio, lleno de alquitrán. Por fin, los antiguos inquilinos llegaron. Me encontraba un poco preocupado porque toda aquella gente hubiera entrado sin permiso y sin preservar la intimidad de su casa, y me dispuse a ayudar a los inquilinos a sacar de la vivienda unas cajas de tornillos.

Cogí tres cajas de golpe, no pesaban demasiado. Mi hermano pretendió ayudarme mezclando los tornillos de dos cajas, cosa que no me pareció del todo bien. - No lo hagas si no estás muy seguro - me avisaron. Con las cajas, descendí dificultosamente por los bordes de una vieja escalera de madera y llegué a la recepción lujosa de un antiguo hotel. Había espejos, alfombras y puertas giratorias. Ya en la calle, vi que había abandonado el número 41 y, según creía, la casa debía ser el 30 o el 31, así que tenía que dar la vuelta a la manzana para dejar los tornillos en la furgoneta blanca que habían traído los antiguos inquilinos para la mudanza.

 

Nos dispusimos a dormir. Éramos cinco, así que preparamos tres camas. Yo compartía una litera elevada con dos niños y me fui deslizando hacia otra, acabando encima de un chico. No conseguía conciliar el sueño, me sentía incómodo, así que pregunté al chico si le molestaba. Aunque me dijo que no, era evidente que le estaba aplastando. Decidí, en vista de todo esto, preparar otra cama. Mientras retiraba un montón de cojines azules, quedé dormido en ella. Me dormí dentro de mi propio sueño pensando que era una cama Renault.

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