- Qué sorpresa. Mi narrador preferido narrándome otra de sus
magníficas historias. ¿Cómo se titula? Ah, ya veo, ahí arriba… un momento, no
me alcanza la vista… ¿Sin rótulo, Sin…
Sin título? Oh, qué proeza. Estoy realmente entusiasmado, permítame
estrecharle la mano.
Cuando tendí la mano a este personaje desconfié un poco.
Esto es porque la experiencia me dicta que es conveniente recibir cualquier
halago con algo de desconfianza.
- Le noto extraño, no sé, como desconfiado ¿se encuentra
bien, tiene algún problema?
Perfectamente, gracias por su interés. Al margen que suelo
ser desconfiado cuando alguien me halaga -cosa que ya he escrito por segunda
vez- simplemente he detectado su interrogante… cómo decirlo… salpicado de ironía, en cursiva vamos,
de modo que no sabía muy bien si estrecharle la mano con verdadero afecto o
acaso con cortés indiferencia. Actuar de manera violenta no me parecía muy
civilizado y responderle también en clave de ironía, ridículo. Con lo que
resumiendo; sí, desconfiaba, me encuentro perfectamente pero tengo un problema:
usted.
- Está bien, si es así me marcho, tampoco quería estorbar en
éste su texto sin título.
Haga lo que quiera. En cuanto a mí, prefiero no entorpecer
la escritura de sus Grandes Obras. Imagino que tendrán título, páginas,
prefacio… le darán muchísimo dinero, le harán famoso, le concederán el Premio
Nobel y se recordarán hasta el ocaso de nuestra civilización.
- No sea cruel. De sobra sabe que todo eso no me preocupa.
¿Entonces? ¿A qué viene arremeter contra un frustrado
intento de hacer literatura? ¿Tiene gracia que no se me haya ocurrido ningún título?
¿No le parece más bien triste ironizar sobre la desgracia ajena?
- Lo siento de verdad, desconocía que se titulara así por
falta de imaginación o de talento. Lamento mi ironía y quería pedirle disculpas
estrechándole nuevamente la mano.
Parecía, esta vez, sincero aquel personaje, de modo que le
estreché la mano.
Por supuesto que volví a desconfiar. No es que sea
conveniente recibir cualquier saludo con algo de desconfianza. Es la costumbre.
1 comentario:
Un buen título hubiera sido: Desconfía hasta de ti mismo. Pero supongo que llego tarde.
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