Nuestro mundo civilizado es posible gracias a nuevas formas de colonialismo[1]. Dicho en otras palabras: podemos
comprar álbumes de música en una tienda virtual y escucharlos en nuestro iPod mientras otras personas sólo
aspiran a tener algo que comer esta misma noche. El mañana es algo todavía más
incierto e inseguro. Puede que estas personas vivan en un mundo subdesarrollado
pero la pobreza se extiende también a nuestro propio mundo. A lo largo de
nuestra vida –¿nuestra?– nos vemos obligados a comerciar con nuestro tiempo
–que es vida– si queremos comprar algún día canciones en una tienda virtual en
vez de estar preocupados por qué cenar.
No sólo las desigualdades son terribles; la marea nos
arrastra a todos independientemente de hacia dónde nademos. Esta marea a la que
me refiero no son sino acontecimientos que no son generados por nosotros.
Alguien nos incluye en ellos.
El mundo pertenece a los poderosos. Son ellos quienes
generan los acontecimientos. Los estandartes de sus fortunas se alzan sobre una
montaña de cadáveres y los ondean un montón de sicarios. Representan una
minoría no obstante poseen las armas, el dinero o la información. Algunos son sobradamente
conocidos y famosos mientras que otros son tan desconocidos como tú y como yo.
Pero entre ellos y nosotros media una trinchera y un muro de hormigón forrado
con alambres de espino. Son como dioses en la tierra y nosotros tenemos que
cargar con las pesadas piedras que servirán para construir su monumental
pirámide. Con un poco de suerte tendremos una tumba en los alrededores del panteón
con preciosas vistas al mar.
Ellos determinan lo legal a través del gobierno, la verdad a
través de los medios informativos, la redención a través de su Iglesia… ellos
tejen la realidad en la que vives aunque puedas ser consciente de que instituye
una ficción injustificada e injusta.
[1]
Hace tiempo de esto ya; cuando Europa perdió su poder hegemónico en la Segunda
Guerra Mundial, el viejo imperialismo europeo se sustituyó por el programa de
desarrollo estadounidense basado en los
conceptos de un trato justo y democrático. Fue una campaña política del
presidente Truman. Sin embargo, aunque no faltaron buenas palabras, en realidad
el viejo modelo de colonización acabaría, al fin, reformulado. El mismo perro pero con distinto
collar.
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