Como diría Octavio Paz,
no todo texto construido bajo las leyes del metro es poesía.
Justo al concluir su poema, el Poeta de las Pirámides
encontró casualmente un caligrama similar al suyo escrito décadas atrás y
confrontando los textos sólo encontró razones para ser aún más pesimista y
sentirse más solo y triste. Tras encenderse un cigarrillo quedó pensativo con
la vista clavada en la biblioteca, donde encontró un volumen de poesía
circular. Sus páginas estaban en blanco pero el Poeta de las Pirámides no lo
sabía porque ni siquiera había abierto el libro alguna vez.
Recordaba habérselo hecho llegar un joven poeta por entonces
poco conocido años atrás. El joven se presentó como un ferviente admirador de
la poesía piramidal y a continuación le expuso algunas de sus ideas. El Poeta
de las pirámides aceptó de mala gana el obsequio y trató de concluir la
entrevista lo antes posible, creyendo que nunca más volvería a encontrarse con
aquel joven y tomándole por un extraño fanático. Ahora, en cambio, todo el
mundo hablaba de poesía circular. Mientras inhalaba el humo con cierta
parsimonia trataba de justificarse en su fuero interno
Eso es porque todo el
mundo desea encontrar, de alguna forma, el final feliz que no existe en sus
vidas.
Pero cada vez se convencía menos a sí mismo y se sentía más
solo, triste y muerto.
Para emprender la escritura de un nuevo poema acudió con
santa resignación a su máxima más frecuentada
Quienes buscan la
verdad merecen el castigo de encontrarla.
El gato del Poeta de las pirámides abandonó la biblioteca
torciendo el espinazo en persecución de una pista que había llamado su
atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario