En algunas tribus los ancianos son unas figuras que despiertan veneración. En nuestra cultura son un incordio. No quiero desprestigiar a nuestros mayores pero cuando yo sea un anciano no creo que despierte mucha veneración con mis relatos. No he cazado bisontes ni tampoco he arrancado el corazón del jefe de una tribu enemiga. La gesta más grande que podré transmitir algún día a mis nietos será la siguiente:
Corría el año dos mil diez. Por aquel entonces Internet estaba bastante extendido y muy poco regulado. Mucha gente no estaba preparada para gestionar una información que atravesaba muy poca censura. Este es un tema interesante del que no puedo contaros mucho pues yo por aquel entonces me dedicaba a enviar cifrados al mundo de forma obsesiva, tratando de colonizar la mayor cantidad de bites libres. Entonces yo era joven y hubiera dado la vida por unos ideales en los que creía firmemente.
Fui a registrarme en una especie de foro donde se hacían preguntas abiertas y las gentes de las partes más remotas del planeta las contestaban. Así que me devané los sesos, en busca de un interrogante ingenioso y formulé:
¿Qué es una pregunta?
Y alguien me respondió, de manera concisa:
Algo un poco más interesante que lo que hiciste vos hace unos minutos.
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