Anoche soñé que la Ministra de Igualdad Irene Montero se prodigaba en
una suerte de anuncio de televisión. Felicitaba de manera irónica a alguien de la oposición con
motivo de su cumpleaños. Ella y otras dos subalternas aparecían en pantalla, con un
fondo blanco; descorchaban una botella de champán y bebían una copa. Después de
eso, Irene Montero repetía insistentemente algo así como Otannonato en lo que no sé si era un alegato feminista o un planteamiento antibélico.
Permanecía sentado en las escaleras de un edificio, enfrente de una arteria principal de Madrid que estaban cortando al tráfico, puesto que iba a celebrarse un desfile. Delante de mí apareció un oficial del ejército, de cierta edad, junto con su escolta más joven. Tras comprobar que el paso iba a quedar prohibido, los dos militares abandonaron el lugar. También lo harían dos amigos míos que pasaron por ahí charlando y que, hasta el momento, pensé habían dejado de tener relación.
Entonces fue momento de barajar la posibilidad de secuestrar un avión comercial a fin de acabar con la amenaza de un conflicto mundial
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