Anoche soñé que unos vecinos músicos dejaban en frente de
mi casa un contrabajo desvencijado. Al dejarlo, un hombre se quedaba observándolo
y dudaba sobre si se lo iba a llevar. Finalmente, cuando este hombre se alejó,
guardé el contrabajo en mi casa. Posteriormente los músicos volvieron a dejar
un trombón viejo, pero en esta ocasión se lo llevaron y, después de eso,
volvieron a dejar un trombón que no había visto antes, bastante moderno en esta
ocasión, con forma completamente recta y un tubo de plástico rosa en su
extremo. El procedimiento fue el mismo; un hombre se quedó mirándolo hasta que
decidió marcharse, y yo procedí a guardar el instrumento en mi casa. Había de
restaurar el contrabajo y de limpiar el trombón. Mi madre me advirtió sobre el
uso de agua caliente y con presión, por si se me quemaban las manos.
Parecía que los vecinos músicos tenían intención de reconciliarse con nosotros, de ahí los regalos, y estábamos aguardando su visita. Era como si la música fuera a hacernos amigos. El contrabajo era de la marca Yamaha y los músicos nos informaban de que se trataba de una marca muy seria, pero que había divertido a mucho público. Los músicos daban clase en una escuela y me explicaban los sonidos del contrabajo, que se asimilaban a los de los elefantes.
Algunas chicas de raza negra se saludaban y para ello
debían hacerlo sin tocarse los pechos. Un chico jugaba al fútbol y era especialmente
habilidoso. Me encontraba en la terraza de un hotel restaurante en compañía de
una chica de los músicos, que estaba pensando en casarse con el talentoso
futbolista. Una amiga le recomendaba que no se obsesionase con la boda, a lo
que la músico alegaba que cómo no iba a casarse con ese chico si era un
completo desastre.
Un niño, para pedir algo en la terraza, me preguntaba qué era el ánodo y el cátodo, y cómo se dividía un átomo. No le ofrecí mucha información al respecto y pedía una suerte de tarta de limón. Observaba lo que se había pedido la amiga de la músico: un café con limón que tenía mejor pinta que mi tarta. No obstante, mi tarta resultó bastante aceptable. Una señora algo mayor y con algo de sobrepeso nos atendía, vestida de sirvienta. Su jefe la llamaba para comunicarle que había de trabajar el puente, cosa que a la señora le pareció bien porque le gustaba trabajar, igual que a la músico casarse.
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