6 de octubre de 2019

La bailarina

Resulta que tenía una hermana bailarina y la acompañaba al Teatro Real, porque allí iba a representar una función. Caminábamos por un pasillo y oíamos desde allí los abucheos del público. Alguna coreografía, en algún escenario cercano, había salido mal. Me sorprendía que el ballet, llegado hasta aquel punto, fuera como los toros o el fútbol.

Habíamos de bajar unas escaleras y, antes de acceder a ellas, atravesamos un puente pequeño que, en su centro, tenía unos proyectores de luz piramidales con tres colores. Mi hermana me explicaba que era muy importante graduarlos convenientemente puesto que, de saturarlos mucho, la percepción de las distancias y tamaños dentro del escenario podrían variar, dificultando los bailes. Aquella era la labor del llamado colorista. Mi hermana había estado en los ensayos bailando y el cuerpo técnico le había pedido, en tono de broma, que les bajase una luna, refiriéndose, sí, a una luna llena que había en el decorado.

El puente, que estaba duplicado, tenía una barandilla muy baja, de modo que debía de agacharme para cruzarlo, pero entonces, cuando alcanzaba la pirámide de proyectores, había de alzarme y pasar por encima de él en un complicado escorzo, resultando que mi chaqueta negra quedó enganchada y casi doy al traste con todo aquel ingenio.

Tras sortear el puente, tocaba bajar las escaleras y tuve que cargar con mi hermana a hombros, se ve que no debía llevar calzado adecuado. Mi hermana pesaba realmente poco y me preocupé por su salud. Era bastante curioso que ella se dedicara a las artes escénicas y yo a la música.

Antes de las funciones, llevaba unos cascos para escuchar las músicas que bailaba, pero no las mías, puesto que mi música no era muy apta para el asunto del ballet. Consideraba todo un orgullo que mi hermana fuera tan afamada y talentosa.

Mis padres nos esperaban en una especie de bar, en unas mesas altas, y me invitaron a un arroz a la cubana con patatas fritas. Tuve que retirar algunos pelos largos y rubios del plato, antes de probarlo. Recuerdo el sabor dulce del tomate, mezclado con el arroz.

No hay comentarios: