Anoche soñé que iba a dormir a casa de unos amigos de mis padres. Como todavía era verano, podríamos descansar en el jardín, donde dos perros nos vigilaban y un manzano lleno de frutos nos ofrecía sombra.
Aparqué en un lugar cercano a la casa y, en una especie de local donde lavaban coches, me informaron que mi cámara de fotos estaba averiada. Parecía que el arreglo no solo consistiría en cambiar el objetivo, que no era muy bueno, sino también en reponer una especie de placa blanca situada en la base de la cámara, y que impedía que las fotos no estuvieran correctamente niveladas. Aunque el dependiente me comunicara que la solución no era costosa, la cifra que me demandó superaba los mil euros y se acercaba a los dos mil. Bastante para una mera reparación.
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