Visitaba a un familiar que no existe, un pianista
prodigio que en la actualidad andaba retirado. Creo que estuvo vinculado a la
música cubana y era difícil calcular su avanzada edad. En la casa del familiar
había varios teclados, uno de ellos Hammond, con un registro muy reducido,
apenas dos o tres octavas en dos niveles. Anduve manipulando sus barras
deslizantes hasta obtener el sonido deseado y, mientras tocaba, no podía evitar
sentir cierta frustración alternada con momentos de bienestar. Quería estar a
la altura de mi antecesor y no sabía si lo conseguiría.
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