"Señora, si no le gusta mi careto, cambie de canal"
Ilegales en el programa Qué noche la de aquel año.
Numerosos blogs y publicaciones sobre el negocio de la música recomiendan vestir tus trabajos con una fotografía del autor. Psicológicamente un rostro, los ojos, una sonrisa, es la imagen que más nos atrae desde niños. En adición, los oyentes potenciales buscan una relación humana, lo más cercana posible. Desde nuestra incursión en diversos certámenes nos hemos dado cuenta que esta norma se sigue a rajatabla y la Orquesta Arrecife es de las pocas propuestas que se parapeta detrás de su logotipo.
Allá por el año 1967 los Beatles publicaban el que para muchos es su mejor álbum: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Paul McCartney consideró que los Beatles eran demasiado, (más famosos que Jesucristo) y que de alguna manera toda su exitosa trayectoria artística pesaba negativamente a la hora de expresarse. Demasiada presión, demasiada responsabilidad. Para canalizar todo esto de alguna manera, McCartney concibió la figura del Sargento Pimienta, cuyo nombre surgió en una conversación espontánea a partir de una confusión. Publicando canciones en nombre del Sargento Pimienta y no de los Beatles, quizá fue la forma de sentirse más libres y eludir compromisos y ataduras, además de brindarles la oportunidad de reinventarse y empezar de nuevo.
En la Orquesta Arrecife nunca hemos considerado que nuestro aspecto físico deba condicionar nuestras escuchas. Nos parece una seña más que refleja la tendencia de nuestra sociedad de valorar el envase por encima del contenido. Siempre he estado más cómodo hablando de la música de la Orquesta Arrecife que de la música de Fernando Cárcamo y por lo general, también me encuentro más cómodo hablando en plural que en singular. Hablar en plural es más generoso y de alguna manera, implica integrar dentro de la obra de una sola persona a la comunidad inseparable que la rodea. Sean oyentes, sean colaboradores, sean referentes... mi música es también su música y, en consecuencia, nuestra música.
He compuesto esta pequeña reflexión a partir de una conversación (de nuevo la importancia del otro) simplemente por pasar a limpio las razones de mi conducta a contracorriente y para remitírsela a todo aquel que, confundido, me pregunte por qué me identifico como una orquesta.
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