19 de febrero de 2017
Fafnir
12 de febrero de 2017
Opus 500
7 de febrero de 2017
Introspección
30 de enero de 2017
La esfera
Diseñaba una especie de esfera en 3D con agujeros de tal
forma que no le entrara agua para lo cual, establecía un complejo sistema de
rampas.
En clase de Historia, quizá de Filosofía, leía un grueso tomo en voz alta. Llegaba a una cifra numérica bastante extensa, que estaba garabateada, y no conseguía pronunciarla de corrido. Un compañero saltaba a corregirme, pero lo hacía mal, y yo le increpaba. Si vas a corregirme, por lo menos hazlo con corrección. Acto seguido, le mostraba los garabatos para que comprendiese la dificultad de mi lectura.
Había, en la última fila de pupitres, un alumno vestido de rosa fosforescente que era hincha del Real Madrid. El alumno en cuestión comenzaba a golpear al profesor. Toda la clase se convertía en un tumulto hasta que otro alumno consiguió reducir al de rosa.
Hubo, a raíz de este suceso, un consejo escolar donde se
acordó que el alumno de rosa sería duramente castigado, pero la clase prosiguió
en los mismos términos. El profesor, magullado, hizo frente al alumno y le dijo
que ya no se mostraba tan valiente a la vista del castigo. Sin embargo, todo
presagiaba que el profesor iba a ser nuevamente violentado.
Desde la playa, intentaba acceder a zonas más altas, para lo cual atravesaba una suerte de urbanización cargado de bártulos, siguiendo a dos chicas. Llevaba conmigo un cubo y una pala en la mano derecha y, en la izquierda, posiblemente una silla plegable y una sombrilla.
Trepábamos por un toldo hasta una habitación, y allí apercibimos que no se podía seguir la marcha. Un patio interior nos cortaba la salida. Cautivó mi atención la cama de la habitación, que había llenado de arena y en el toldo, que era nuevo y temía que al encaramarme por él fuera a romperse.
Las chicas se habían citado en aquella casa a la que habíamos accedido con otra gente, de modo que continué en solitario con mi caminata a través de las zonas comunes. Gracias al móvil, una vez más, me pude orientar.
18 de enero de 2017
6 de enero de 2017
3 de enero de 2017
La catedral sumergida
1 de enero de 2017
Balance 2016

25 de diciembre de 2016
El cine
Entraba a trabajar en un cine y una señora -la esposa del
dueño, posiblemente- me explicaba el funcionamiento de las cintas de vídeo. En
principio, solo había que apretar unos cinco botones de forma consecutiva para
que la filmación se proyectara. Ocupábamos dos asientos de la última fila y
alguien del público nos invitaba a comer pipas. Yo no estaba muy seguro de que
aquello se pudiera hacer, pero si la señora comía pipas pues yo no iba a ser
menos.
La película parecía ser de la saga de La guerra de las galaxias,
y el público se mostraba bastante descontento con ella. Una vez la señora me
explicó el funcionamiento de las cintas, se marchó, y yo quedé al mando. Tocó a
su fin la proyección y el público abandonó la sala, salvo escasas personas. No
sabía muy bien qué hacer, así que busqué en el horario si había programada alguna
proyección después. Efectivamente, a las diez menos diez daba comienzo una
especie de documental sobre células.
No había tenido tiempo de fumar un cigarro, de modo que salí a la calle y comencé a fumar, pero cuando me quise dar cuenta era ya hora de iniciar la proyección. Entré a la sala a toda prisa con el cigarro encendido y lo dejé reposar en un cenicero mientras ponía las cintas en marcha. Me di cuenta de que la imagen no se veía bien del todo, así que anduve explorando el programa de vídeo y realizando algunos ajustes.
En esto llegó el dueño, para supervisar mi trabajo, y yo escondía el cigarro y el cenicero, pero el cigarro se cayó a la moqueta y temía que aquello fuera a convertirse en el origen de algún incendio.
Cuando ya lo tenía todo ajustado, la proyección se
detuvo, el publicó protestó y me las vi y me las deseé para volver al punto
donde la filmación se había interrumpido.
El dueño cogió un aspirador y se puso a recoger las cáscaras de pipas que habían quedado diseminadas. Me explicó que al cine solo iban tres clases de personas que no recuerdo, pero esas clases que citaba no eran bastante buenas. Al salir del cine, me topé con la señora y me quejé un poco de mi horario, dado que no me había dado tiempo a fumar un cigarrillo.
La señora me dijo entonces que ojalá tuviera mi horario, porque el suyo, a su parecer, era bastante peor.