18 de diciembre de 2015

Antes y ahora

Hace no mucho tiempo leí las declaraciones de alguien importante en el mundo de la música. Alguien que había adquirido cierta fama y que llevaba bastantes años cosechando éxitos. No recuerdo quién era y antes de la entrevista no me sonaba de nada. Este hombre decía que ahora la música era como el agua del grifo, gratis y, por serlo, nadie se paraba a cuestionar si era buena o mala. Que ahora encontrábamos música para cualquier cosa y antes no era así. Que antes los discos pasaban por un largo proceso y muchas manos, tenían calidad. Ahora no, por lo visto. 

Antes la industria tenía los medios, la industria era el filtro. Si querías grabar un disco te iba a salir caro o tendrías que someterte a las exigencias del jefe que te lo costease. No me parece que esto tenga mucho encanto. Ahora el artista puede ser dueño de su producción y eliminar bastantes intermediarios entre él y su público. El sonido no va a ser tan perfecto como el de los estudios de las multinacionales pero eso a pocos les importa. El público es el que debería decidir en última instancia y, si va a escuchar un disco grabado con material multimillonario en streaming a través de los altavoces de su teléfono móvil, pues quizá no aprecie las calidades técnicas y se quede solo con la idea de ese disco, la labor compositiva, a fin de cuentas, lo más importante.

Así que aunque parezca que le quito la razón al hombre aquel, en el momento de leer la entrevista no pude evitar cierta sensación de querer sumarme a sus quejas y defender un mundo mucho menos libre. Hace no tanto me escribieron unos administradores de fincas pidiéndome música gratis para sus vídeos promocionales. Pensé en responderles pidiendo alojamiento en alguna de sus fincas, por supuesto que gratis. La música debería ser gratis, como el agua, como la comida... todo debería ser gratis en un mundo sin dinero. Pero en este mundo todo cuesta dinero, menos la música, porque un chaval de 16 años puede hacerla en su casa sin ningún coste ¿no?
Poco a poco vamos desterrando la idea absurda de pagar por escuchar música, algo que reconozco es justo pero convierte la profesión del músico en un utópico voluntariado.

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