Con el surgimiento de las redes P2P y el descenso de las ventas discográficas, son prácticamente innumerables la cantidad de músicos que han emprendido nuevas estrategias comerciales alejadas de la clásica venta de discos. No hay que relacionar el auge de las redes P2P con la crisis de la industria discográfica pues los años en los que se desarrollaron Napster y otros programas de descarga las ventas mantuvieron sus cifras. Tampoco el bajo coste de un CD virgen tiene relación, más bien lo que parece que ha desvirtuado el formato disco es su alto coste que ha oscilado muy levemente ante un descenso de la demanda.
Así como los artistas urbanos utilizan las impresoras de chorro de tinta por su economía, también yo me serviré de este método versátil. Lo que concede una impresora de tinta es un resultado que estéticamente puede competir con los diseños publicitarios, que puede imitar el lenguaje publicitario hasta el término de revertirlo o, de cualquier manera, que se pueden obtener resultados industriales adaptados a nuestras propias exigencias. Llegado a este punto cabría preguntarme si para la materialización de mi obra yo necesitaba forzosamente servirme de las impresoras de chorro de tinta. Dado que mi obra iba a distribuirse en varias copias me parecía acertado que las copias fueran idénticas tanto en su apariencia como en su contenido. Y, por supuesto, no quería relacionar la obra con el concepto de una serie limitada. Dicho de otra forma; si yo hubiera querido que los discos fueran objetos artísticos según la manera en que lo es una obra de arte tradicional, esto es, ensalzando su valor objetual, regalaría o vendería un disco y me encargaría de que, por sus condiciones, fuera difícilmente imitable. Sin embargo a mí me interesaba su difusión y su copia, cuantas más mejor, y elegí el soporte CD por ser actualmente el formato más fácilmente reproducible, así como el formato MP3. En este sentido me pareció acertado elaborar una carátula impresa mediante chorro de tinta, que podría poner a disposición de quien quisiese en la web, de este modo, todas las copias serían igual de legítimas. Me interesaba que quien tuviera un disco en sus manos dijera ¡vaya, un disco de verdad! Pero que al escucharlo descubriera que es un disco de mentira. Ni que decir tiene que para conseguir este efecto no podía limitarme a caligrafiar las carátulas.
Nuevas prácticas de arte urbano asociadas a los personal media también podrían relacionarse con mi obra. Al fin y al cabo no dejo de utilizar medios tecnológicos que están a disposición del usuario para construir y distribuir mi obra.
El disco se presenta en un doble CD que tiene por título Call waiting concerto y como subtítulo Exclusive music for celulars. Cuando hablo de música exclusiva para teléfonos móviles destaco la idea de que esta música ha sido especialmente compuesta para ser escuchada en terminales e invito al oyente de este CD a trasladar los archivos a su móvil y, si fuera preciso, a utilizarlos como señal de llamada. Lo que más me gusta de esta idea no es el mero hecho de producir meras señales de llamada sino trasladar la música a diferentes conquistas espacios temporales. Por eso no he compuesto tonos de llamada, sino piezas de duración de entre dos y tres minutos. Una señal de llamada puede sonar prácticamente en cualquier parte del mundo y el director de orquesta es aquel que realiza la llamada; él es quien determina cuándo va a empezar la representación y cuándo va a acabar. El público de esta obra puede ser desde ninguna persona a tantas como en ese momento escuchen la llamada. Las instrucciones para que estas piezas puedan ejecutarse vienen detalladas en la contraportada del CD lo cual explica por qué la obra se distribuye en CD y no meramente a través de Bluetooth.
Una muestra del contenido de la obra:
No hay comentarios:
Publicar un comentario