Tenían que entregarme una casa en alquiler, allí me dirigía con mi padre. La casa era un dúplex blanco y moderno, construido en medio de una pendiente rocosa. Algo llamativo que recuerdo de la propiedad es que no estaba conectada a la red de alcantarillado, con lo cual las aguas fecales se derramaban por la pendiente. Pensaba que esto podría hacer perder el valor de la vivienda, pero también pensaba que lo mismo, dentro de la casa, aquello no era demasiado patente.
Antes de esta situación, en una reunión de propietarios de otra finca que se celebraba en un bar, un vecino aseguraba que estaba abonando cuatrocientos cincuenta euros de comunidad. Supuse que el ascensor de la finca sería el mayor gasto, pero este solo suponía cincuenta euros del total de la cuota. Visité el ascensor y se encontraba en condiciones un poco precarias, con tablones mal puestos recubriendo la estructura. Imaginé que ascendiendo al primer piso el ascensor no revestiría peligro, otra cosa sería cuando ascendiese al quinto. Comenté al vecino que el gasto de ascensor me parecía barato, posteriormente tuve que aclarar que la cuota general era, a todas luces, excesiva.
Algo más puedo relatar de una visita a una iglesia. La visita se encadena con otros sueños en los que veía catedrales a medio construir, pero todo se presenta ahora muy difuso y no puedo aportar muchos más detalles.
De vuelta a la casa de alquiler, recuerdo que mi padre resbaló accidentalmente por la pendiente y llegó arrastrado hasta una suerte de arroyo, donde quedó varado. Me apresuré a rescatarle bajo sus protestas, retirando la arena que había cubierto gran parte de su cuerpo. Los inquilinos estaban por llegar y dejé a mi padre a salvo descansando cerca de una barca, a fin de no llegar tarde a la cita con los inquilinos.
Los inquilinos me enseñaron la propiedad y nada más llegué, me disculpé y les referí el incidente de mi padre. Los inquilinos se mostraron empáticos y comprensivos.
Aquella me parecía una buena casa y quizás, en un futuro, yo mismo fuera a habitarla. Al piso superior se accedía mediante un viejo montacargas y había una zona con una claraboya bastante iluminada. Pregunté a los inquilinos si aquella sala en concreto no sería muy calurosa, a lo que me respondieron afirmativamente. Planteaba que enfriar aquella gran superficie mediante aire acondicionado resultaría costoso. En la parte superior de la vivienda vi muebles antiguos y grifería chapada en oro, calidades que me sorprendieron. Los inquilinos me informaron que todo aquello ya estaba allí antes que ellos y allí se iba a quedar. Valoré que los espacios eran muy amplios y pensé que mi novia, hacía relativamente escaso tiempo, había fantaseado con residir en una vivienda más grande.
Aunque el dúplex en general estuviera bien conservado, pude observar que varias de las maderas del suelo presentaban algunos agujeros. Valoré, posteriormente, llenarlas con resina. Anduve colocando un sofá desvencijado que los inquilinos habían calzado con libros.
Los inquilinos me informaron que estaban al corriente de todos los meses de renta, incluyendo el primero y el último, que habían aprovechado solo parcialmente. También me informaron de que tenían depositados dos meses de fianza. Les dije que no se preocuparan, que les serían devueltos, yo solo quería quedarme con lo que justa y legalmente me correspondía.
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