Hoy me he levantado temprano y me he afanado en poner a punto una de las piezas clave del Estudio 1: el numacompact (1) con el que llevo grabando desde el álbum número 4 del 2013.
Tecnología alemana que por un bajo coste (me gasté alrededor de 300 euros considerando gastarme alrededor de 1.000 en lo que sería un teclado decente), permite salir del paso en las producciones caseras con solvencia.
Mecánica semicontrapesada de
circunstancias mejorada con una muy pertinente función de ajuste de
sensibilidad en cuatro niveles. 88 teclas (aunque no las necesites en las
grabaciones y hasta te lleguen a estorbar, siempre es bien rendir homenaje a
los pianos de verdad, eso sí, en formato liviano y reducido).
Controles minimalistas y escasas funciones básicas casi imprescindibles como el transpositor y el transpositor de octavas. Diez sonidos incorporados (algunos bastante agradables, otros no tanto) por si necesitas salir a tocar, aunque debas tener presente que no sea este un piano de escenario.
Dado que en aquel 2013 no quería renunciar a dar conciertos, su equilibrio entre teclado controlador y piano de escena me sedujo. Dadas las limitaciones de memoria y los requerimientos de una orquesta que me aceptó, tuve que enchufarle un módulo MIDI bastante caro, además de malo, difícil de conseguir y poco práctico.
De camino a un bolo me quedé
sin los controles del pitch y modulación. Esto ocasiona que, si el instrumento
se mueve mucho, se desafine, lo cual ha sido la pesadilla de mis compañeros
músicos, salvo de los bateristas y algún otro que pensó que cuando algo sonaba
fuera de tono era su culpa.
Creí que con la puesta a punto devolvería los controles dañados a su estado original, pero por desgracia no ha sido así.
Me consuelo conque haya encendido, evento que llegué a poner en duda tras desmontarlo, limpiarlo y no encontrar sitio para siete tornillos que en su momento desatornillé.
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