29 de marzo de 2021

Anuncio del reloj de Apple

Durante cuatro años (del 2015 al 2018, para más referencias) anduve redactando con puntualidad una entrada en este blog cada día 10 de mayo. Para quienes lo ignoren, que serán bastantes, adivino, en dicha fecha se conmemora el nacimiento de la Orquesta Arrecife que, si mal no recuerdo, coincide con la publicación del primer track de la firma, el Orquesta Arrecife Opening theme. En aquel tiempo -y en este también- la orquesta era como mi propio hijo y aunque no sea muy dado a las celebraciones, ni a las efemérides, ni a los acontecimientos señalados, ahí quedan las cuatro entradas atestiguando mi obsesión.

Diez años después, Bliss refirió el proyecto a alguien que no lo conocía, quien, sin escuchar nada de antemano, preguntó si aquello era música para gente mayor. Al margen de parecerme una descripción que podría encajar, una descripción que incluso podría llegar a gustarme, me ha llevado a reparar en toda la gente que tenga el nombre del proyecto como carta de presentación. Diría que, así, empezamos mal y que es cuanto menos curioso que esta reflexión me asalte al cabo de diez años. Si mi labor fuera una partida de ajedrez, esto equivaldría a regalar un peón en el primer movimiento. A toro pasado se perfila, sí, como un despiste o una jugada poco inteligente. Imagino que ya es un poco tarde para corregirla. 

Llevo ya tiempo a la espera de firmar el track dos mil y también aguardo con ansia el aniversario, pues pretendo redactar una entrevista y anotar en ella algunas reflexiones, fruto de las experiencias surgidas a raíz de publicar música durante cierto tiempo en la manera ineficiente en que lo hago. En la última redacción que acometí, hablé sobre Charles Segal y algunos otros artistas de sobra conocidos y famosos, y para esta ocasión he pensado en traer de invitada a Billie Eilish, ahí es nada. 

A parte de intentar granjearme la audiencia con contenidos de dominio público, me gustaría, asimismo, abordar temas trascendentales en su relación con la práctica artística... Hállenme ascendiendo la montaña con la vista clavada en la cota de los dos mil temas, a la espera de que el panorama desde esa altura merezca la pena, pero, lo más seguro es que, una vez llegue, solo tengamos otro considerable montón de sonidos y otro testimonio posiblemente tan absurdo y aburrido como el anterior. 

Permaneced atentos, no obstante.

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