Hará cosa de tres meses nos
encontrábamos en casa de Lucas, el protagonista del Adoro mi bici, y entre los
presentes fuimos ensamblando las piezas para un guion basado
-sorprendentemente- en hechos reales. En un perfecto brainstorming, Lucas nos narró cómo, en cierta ocasión, le robaron
una bicicleta, motivo por el cual ahora utilizaba una mucho peor; mientras, Bliss
nos refirió acerca de una furgoneta blanca sospechosa que merodeaba por las
inmediaciones de su barrio, sin un claro propósito aparente. Elisa corrió a por
papel y bolígrafo y, en cierta forma, nos obligó a ordenar unas ideas que, de
cualquier otra manera, se hubieran disipado.
Había, en aquel desarrollo,
cierta contemplación -mitad admiración, mitad socarronería- del fenómeno
ciclista; la consciencia de que el mundo de los ciclos puede llegar a constituir
una verdadera y única religión equiparable al cristianismo, al hinduismo o al
vegetarianismo incluso.
Tras el rodaje y el montaje, en
el que intervinieron muchos amigos, cada quien, aportando su valioso granito de
arena, no puedo evitar sentirme como el constructor de uno de esos monstruosos
órganos de feria que se hicieron populares hace uno o un par de siglos en otros
países. Porque sí, visualizando el Adoro, no puedo desprenderme de cierta
sensación de aparatosidad y artificio, como si también fuera un espectáculo
viejo, artesanal y pintoresco. Chillón, estridente y algo chatarrero.
En mi cosecha de críticas -una de
las mejores partes del proceso-, se popularizó el término montaje arrítmico, junto con la dilapidaria sentencia de Luimmi,
algo así como: hay errores tan graves que
solo puedo pensar que están hechos a propósito. Hubo reacciones positivas y
los gestos más o menos visibles de mi creciente cartera de detractores y
enemigos, lo cual está perfecto.
La verdad es que bastante trabajo
tengo con tratar de ser un músico mediocre como para pretender iluminar al
mundo con mi propuesta cinematográfica (y ya denominarlo así es mostrarme
bastante irónico). Me reconforta, por lo demás, ver la evolución de este último
trabajo, cuantitativamente mejor que los anteriores y seguramente -confiemos-
peor que los que vengan. Tanto me complace esta última creación que he
decidido, como pueden apreciar sin ayuda, dedicarla un artículo informal en este
blog.
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