Con el tema Xilo boogie hemos alcanzado nuestra meta de firmar un millar de canciones. Más de 38 horas de producciones imposibles, de arreglos descontrolados, de sueños hechos realidad. Con constancia, tenacidad e ilusión día tras día. Todo esto, sin recurrir a agotadores e inocuos discursos vendiendo humo, sin que nuestro careto cope la pantalla, sin recibir cantidades desorbitadas de dólares por publicidad en nuestro canal, sin fans ni sponsors... lejos de influencers, hashtags mercenarios o paródicas modas millenial youtuber. Cerca de un internet digno y underground, útil y sin ningún tipo de servilismos ni pretensiones de popularidad de aquel tipo.
Hará cosa de algunos años - cuando emprendimos nuestra andadura en las redes, cuando asistimos al nacimiento de Napster, al fallecimiento de MySpace y al auge del reguetón - empezamos a recibir feedback de nuestro producto, y pronto la gente se cansó de aconsejarnos ser más digeribles, más contemporáneos, más trending, más cool. Un rollo más Caranchoa, quizá con aires gafapastiles en tono didáctico y aleccionador, accesible para el vulgo, para la mayoría; un bricomanía, unos tutoriales de música, unas disertaciones socarronas y frugales sobre el anuncio de Mahou cinco estrellas y Los desleales de aquel infausto año 2017...
"Cómo algo tan pequeño puede tener un sabor tan grande" o algo así, rezaba el slogan. |
Ahí estaba el ejemplo Manguagua y tantos otros que habían encontrado la gallina de los huevos de oro, el pelotazo digital, el santo grial del Rubius. Sí, era meritorio amasar fortunas de la nada, creando contenidos, entusiasmando a miles, millones, billones de followers...
Pero más meritorio nos pareció siempre echarse al monte y trabajar tanto como ellos sin recibir nada, en comparación, a cambio. No es que el tiempo vaya a ponernos en nuestro lugar. Nada más lejos. Seguramente nunca nos haremos millonarios. Pero ya somos felices.
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