Iba de excursión con el colegio a una casa vieja, posiblemente ubicada en la sierra de Madrid. A la vuelta, dormía en el autobús, con los pies descalzos colgando del asiento mientras mis compañeros hablaban. Un profesor conducía el autobús y, tras atravesar la ciudad, el autobús llegó a mi antiguo barrio.
Era yo, entre los viajeros, el primero en bajar, también fui el último en subir. Desperté del sueño y avisé que aquella era mi parada. Me sorprendía que el profesor hubiera localizado mi casa, pues era la primera vez que realizaba aquel trayecto. Asimismo, me sentía un poco mal por aquel privilegio de bajarme del autobús tan pronto, mientras que a mis compañeros les quedaba todavía un largo camino por recorrer. Quise abandonar el autobús por la puerta del copiloto, pero esta se encontraba cerrada y tenía que hacerlo por la del conductor. Aun así, conseguí desbloquear la puerta del copiloto, pero, tras esa puerta, se encontraba otra que me impedía el paso definitivamente.
De la bodega del autobús cogí varios bultos de equipaje que me pertenecían. Una gran mochila y un gran abrigo, algo más también que no recuerdo. Era realmente dificultoso caminar portando tantas cosas. Aunque el autobús me hubiera acercado el primero, me encontraba relativamente lejos de mi casa, y había de subir una cuesta. En medio de la cuesta me alcanzó el padre de un vecino con propósito de saludarme, también para ayudarme con el equipaje. Desde un colegio o un polideportivo cercano, empezaron a lanzar a la calle pelotas de tenis, y yo devolví algunas salvando una gran verja.
Andaba conversando con el padre de mi vecino, explicándole que, cerca de donde vivía, también lo hacía un arquitecto, o un inventor. El padre de mi vecino se sorprendió y me preguntó si había hablado con Cristóbal Montoro (el antiguo Ministro de Hacienda, sí), pues él le conocía y casualmente residía en la misma urbanización.
Me ruboricé un poco, pues aquel tema adquiría de súbito demasiada trascendencia y, al margen, no sabía si estaba desvelando información que no interesaba que estuviera en poder del padre de mi vecino. En cualquier caso, le transmití que el hombre al que me refería era, efectivamente, inventor, y alegué que teníamos un concepto equivocado y hasta prejuicioso de los inventores, pues, como era de verse, estos podían vivir con holgura, como cualquier familia de clase media-alta, prácticamente. Recuerdo citar algunos ejemplos de inventores históricos, como Einstein o Tesla, para constatar quizá que la profesión de inventor estaba a la par que cualquier otra.
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