Redacción de Las torres de papel:
Con motivo de la publicación de su centésimo álbum, El autor de El viaje de
Antonio viene hoy a hablarnos un poco de él y de otros asuntos relacionados.
Damos la bienvenida a nuestro invitado.
Autor de El viaje de Antonio:
Gracias, un placer, encantado.
R: ¿Qué tiene este trabajo de
especial, en relación con los 99 anteriores o, por lo menos, por qué este lo
acompaña de una entrevista, cosa que no es frecuente?
A: Cuando publiqué el Diga 33, que coincidió con la edad que
entonces calzaba, también la edad en la que Jesucristo fue crucificado, afirmé
que podrían entenderse los álbumes como números de lotería. En algunos boletos
puede aparecer un premio para el oyente y lo más seguro es que haciendo álbumes,
al igual que jugando a la lotería, solo te hagas un poco más pobre. Ya desde el
segundo álbum, algunos de mis trabajos presentan numeración y las cifras 99 y,
en especial 100, me parecían significativas. En el momento de abordar el número
100 me proyecté idealmente sobre una nueva audiencia, tal si fuera el álbum 1 y
no el 100, y me dije: bueno, antes que este trabajo hubo un número considerable
de trabajos previos, debería ser algo demostrativo o interesante, quizá algo distinto
o especial. La gente va a verlo y a decir: joder,
100 álbumes, ya se dice pronto, y quizá, como es lógico, pues tengan algún
tipo de expectativa que se vea o no recompensada. Hacer 100 álbumes debería
suponer, aunque solo fuera por aburrimiento, que el resultado va a ser
destacado, no obstante, seguramente, haya quien conciba que el primer volumen
es muy superior al número cien, y razón no les faltará. En el arte, el esfuerzo
no es, ni de lejos, el principal garante de éxito.
El caso es que rematé el álbum 99
con relativa facilidad, acomodándolo a unas fórmulas sencillas, efectivas y
poco arriesgadas. Normalmente, cuando empiezo una composición, grabo una
primera línea. Puede ser una melodía, una sucesión de acordes o incluso un
ritmo. No suelo pararme mucho a pensar en la idoneidad de esta idea, pues casi
cualquier idea es cuestionable. A veces funciona mejor, otras peor en el
desarrollo conjunto de la pieza. Para el número 100 quizás me he detenido más a
la hora de presentar este primer impulso, en suma, quise llevar los temas hasta
sus últimas consecuencias, a pesar de que pudiera haberlos abandonado en una
fase de menos elaboración, tal y como suelo hacer si veo que el chicle ha
perdido sabor.
La publicación de este álbum, por
lo demás, coincide con un momento turbulento de vivencias personales. Es la
primera carátula en la que poso y creo que refleja bien mi momento presente.
Sentado en una suerte de trono decadente y rodeado del esplendor de épocas
pasadas. Todo un poema.
R: Algunos, hace algún tiempo,
quisieron proponerle para el libro Guinness
World Record, en base a su productividad.
A: Me hizo gracia aquella
exageración. Cosas del destino, en una de las muchas plataformas en las que
publico, comencé a seguir a un tal Charles Segal. No tengo ni la más remota idea
de cómo su trabajo llegó hasta mis oídos. Con el tiempo, fui observando el
volumen de sus publicaciones y estableciendo una suerte de paralelismo con las
mías. Habitualmente suelo publicar un tema al día, que ya es bastante, pocos artistas
son tan activos en esa plataforma, pero es que este hombre llegaba a publicar
varias listas de temas en un solo día. Charles Segal es ya algo mayor y, cuando
dejaba de publicar, pensaba que acaso le había llegado su hora. Años después, a
través de una actualización de su perfil, descubrí que ostentaba el récord Guinness
de productividad musical, con cerca de 15.000 grabaciones. Este año seguramente
Orquesta Arrecife lance su track 1.000, así que lo del Guinness tendrá que
esperar bastantes años, siempre y cuando Charles Segal se esté quietecito una
temporada, claro. Con esto no quiero expresar que desee su deceso, ni nada
parecido. No me preocupa mucho alcanzar los 15.000 de Segal pues, ya con 1.000,
he dejado a bastantes artistas de renombre en la cuneta. Y cualquiera de estos
artistas con cualquiera de sus temas ha alcanzado muchísima más repercusión que
la Orquesta Arrecife en toda su discografía. Valoro mucho la cantidad, sí,
pero, sin calidad, el asunto no tiene ningún trasfondo.
En relación a Spotify, leí hace
tiempo una entrevista que no he conseguido volver a encontrar, así que mis
siguientes afirmaciones pueden haber perdido algo de rigor. Circula por ahí un
artista que ha publicado miles de títulos en dicha plataforma, recurriendo a
una serie de estrategias, o trucos, para atraer oyentes, como, por ejemplo,
poner nombres aleatorios de personas en las canciones, o nombres de países, o
de ciudades. Esto último me recuerda inevitablemente a las tiendas de
suvenires, donde a veces reservan una nutrida estantería con cientos de nombres
en placas. Era, según la entrevista que recuerdo, ya digo, borrosa, una de las
personas que más ingresos recibían de Spotify regularmente, lo que, traducido a
cifras monetarias, al tema de la panoja, vamos, en dinero contante y sonante,
venían a ser unos 2.000 euros al mes. El dato me impactó de manera dolorosa,
pues si el Rafa Nadal de Spotify ganaba lo mismo que un Guardia Civil, con
todos mis respetos al honorable cuerpo de la Benemérita, la base del resto de
artistas que acumulamos muy pocas escuchas y seguidores (prácticamente nada en
comparación con este artista que ni siquiera es medianamente famoso a nivel
mundial), lo teníamos bastante crudo para llegar a prosperar algún día, en
términos materiales e inmateriales.
Cada cierto tiempo se escucha en
algún medio que algún artista (Mariah Carey, Taylor Swift, Ariana Grande,
Rosalía, Selena Gómez…) pulveriza un nuevo registro en el streaming. 10,4
millones de escuchas, en un solo día, fue uno de estos hitos, lo cual se
tradujo en un ingreso de 92.400 dólares en las arcas de Mariah Carey, de los
cuales habría que desglosar partes que ella no recibiría. Recuerdo que mis
padres, sentados conmigo delante del televisor en el momento en que
transmitieron la noticia, quedaron atónitos con aquella abrumadora cantidad de ceros,
pero no hay que olvidar que nos encontramos ante una cota histórica, mundial,
completamente excepcional y de alcance muy difícilmente superable por muy, muy
pocas personas. Spotify paga entre 0,006 y 0,0084 dólares por cada reproducción
en la plataforma, y de ahí, como en el caso de la señora Carey, hay que
descontar discográfica, productores, letristas, impuestos, etc. No desdeño los
92.400 dólares, pero, francamente, esta cifra, en este escenario, no me
impresionó demasiado.
R: ¿Ha pensado en renovar su
pseudónimo? Quizás sea hora de cambiar El autor de El viaje de Antonio por El
autor de El patio.
A: Estoy gratamente sorprendido
por el éxito de este último título. Si todo continúa como hasta ahora, alcanzará
prontamente las 80.000 reproducciones en Jamendo, además de haber vendido
bastantes licencias, cosa que, en el caso de la Orquesta Arrecife, no suele
ocurrir. Como ya he señalado en otras publicaciones, es más de lo que se podía
esperar de un tema que entró de milagro entre mis lanzamientos, pues nunca
consideré que fuera, ni por asomo, una obra destacada. La mala calidad del
resto de trabajos de su álbum es responsable de que haya tenido esta
oportunidad. El esfuerzo, como señalé anteriormente, en el arte no lo es todo.
Ha implicado una enorme
satisfacción recibir muchos vídeos con esta pieza de fondo, al tiempo que me he
sentido algo decepcionado por no encontrar vídeos con otras piezas. En
cualquier caso, aunque con El patio no pueda costearme de momento una mansión
en Miami, al lado de la de Julio Iglesias, para mí ha supuesto un paso hacia
delante y una gran motivación para seguir componiendo. Espero que, tras El
patio, algún otro tema acabe siendo tan reconocido y siga ascendiendo en la
eterna escalada del éxito donde, como me gustaría haber dejado claro en la presente
entrevista, puedo considerarme afortunado si he logrado rozar un primer peldaño.