Visitaba el Corte Inglés con unos amigos, con la
intención de ver la sección de juguetes. Pasábamos por el departamento de
electrónica, en la primera planta, donde había un montón de televisores,
algunos de ellos realmente voluminosos. Un amigo me anunciaba que él tenía un
televisor, pero que veía mal las imágenes en movimiento. Le comenté que había experimentado
un problema similar con mi monitor, y que lo solucioné mediante los ajustes
de configuración. Se suponía que ahora los televisores estaban preparados
para todo tipo de incidencias.
El Corte Inglés tenía cinco plantas, a las cuales se accedía mediante unas escaleras mecánicas. Íbamos tocando el trombón conforme las escaleras ascendían. En el piso cuarto, seguimos ascendiendo hasta el quinto, donde descubrimos un pequeño descansillo y una puerta entornada. Fue nuestra intención atravesarla, lo mismo visitábamos la azotea, pero un señor con traje, abrigo largo y bombín nos venía siguiendo, de modo que simulamos habernos confundido y retornamos a la planta cuarta.
En dicha planta, encontramos una inmensa fila de cajas, era una suerte de gran sección de bricolaje, y el señor del bombín nos informó que en el último piso (cuyo acceso seguramente estaba restringido) estaban los elefantes.
Fuera como fuese, finalmente, llegamos a la planta
quinta, donde hallamos una suerte de despacho con cristaleras, un coche
aparcado y varias obras de arte. Era posible que el despacho se elevase
mediante globos aerostáticos y también los toldos del centro comercial
funcionasen a modo de velas.
Me tumbé en el jardín de mi casa, el césped estaba
húmedo, y descubrí que tenía los labios secos y agrietados. Cuando empecé a
despellejármelos, advertí que unos gorriones que merodeaban por ahí iban
directos a picotear los restos de mis labios. Quedaba claro que, en invierno,
la supervivencia para las aves era difícil.
Estudiaba un guion que me habían ofrecido para una función teatral de Navidad, en el papel de san José. Me indicaron que debía mostrarme malhumorado. Habría, en la función, un primer acto en una sala de un colegio y un segundo acto que recrearía un incendio. En el desenlace de la obra, la virgen María nos salvaría a todos gracias a los elefantes, que, mientras volaban en globos aerostáticos, lanzarían agua de sus trompas.
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