Hoy nos gustaría enlazar el trabajo de este estadounidense cuyas piezas en el ámbito urbano son dignas de visitar.
Michael Aaron Williams nos cuenta en su página web que nació en el seno de una familia cristiana pero al llegar a la universidad cayó en la espiral de las drogas para luego rehabilitarse, recuperar la fe y dedicarse al arte. Su descenso a los infiernos sin duda le ha proporcionado una descarnada visión llena de sensibilidad y esperanza. Aunque no haga mención de ello explícitamente las obras, por sí mismas, tienen cierto componente de denuncia social.
Pero el significado de las obras, dentro del laberinto íntimo del artista, es una representación de su trayectoria vital. La calle es un escenario real y despiadado donde el artista vuelve para depositar en él sus símbolos. Así, sus pinturas quedan expuestas a los mismos peligros que le acecharon: el frío, la lluvia, el viento, la gente… trata de que sus piezas sean lo más indefensas y efímeras posibles y es por ello que no las fija de ninguna forma, sino que las coloca cuidadosamente en sitios que le otorgan sentido. A Michael Aaron Willians le fascina la idea de que la gente se lleve sus piezas a casa pues en este caso son rescatadas de la calle como lo fue él en su momento.
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