Paralelamente a la labor de grabar músicas -la parte más
divertida e importante de mi actividad artística- desarrollo un miserable rol
de productor en el que debo, en el transcurso de un año, decidir qué temas
recopilaré en una única colección absoluta, última y definitiva. La colección
que me llevará a ser recordado por siglos venideros, hasta prácticamente la
extinción de la humanidad.
La regla hasta el momento consiste en escoger un tema por
álbum, razón que presenta sus desventajas pues, en ese tramo, puede que ningún
tema merezca la pena, mientras que en otro álbum pueden designarse hasta dos o
tres singles. No diré cuatro o cinco pues ya dos o tres, a fin de entendernos,
me parece exagerar.
Como parche a los criterios de selección, desde hace
algún tiempo, cada anuario va acompañado de la publicación de una decena de
temas de respaldo, o caras B, en las cuales soy un poco más permisivo con
propuestas algo más arriesgadas y menos, por así decir, redondas.
Un dato: los singles hasta el año 2022 representan cerca
de un 9% del total de la producción. Esto significa que uno de cada diez temas
se coloca todos los años en un pedestal. Pedestal que a veces tiene que ser
retirado, puesto que el tiempo, con justicia inapelable, acaba destronando
muchos cortes.
Algo que me lleva frecuentemente a tomar decisiones
precipitadas para las inclusiones en el anuario, entre muchos otros factores,
es el denominado efecto último tema, regla según la cual algunas de las
últimas publicaciones destacan inmerecidamente sobre las anteriores, solo por el
hecho de ser más nuevas.
Tradicionalmente el criterio de terceros -crítica,
público- me ha llevado a realizar buenas elecciones. También malas. El problema
del criterio del público es que, dado el poco tráfico de escuchas que recibo,
no extraigo constantes reveladoras de las estadísticas. En cuanto al criterio
de la crítica… lo empleo más como una opinión secundaria, supeditada a la mía.
La experiencia me dicta que la crítica y el público se suelen equivocar tantas veces
como yo me equivoco. Otras veces me revelan verdades que no estoy preparado
para aceptar.
Otro criterio que me ha parecido interesante a la hora de
destacar cortes es su inclusión en medios audiovisuales, pero esto vendría a
ser otro criterio del público pues, aunque haya excepciones, en general los
video creadores se guían más por el hecho de que un tema musical les caiga en
gracia que por el hecho de que sea funcional, además de que la facilidad de
acceso al tema condiciona su elección.
Constantemente repaso álbumes uno por uno, en busca del
mejor corte posible, y al final, he de reconocerlo, la decisión última está
basada en razones abstractas, anímicas y no muy imparciales.
No obstante, he querido desglosar una guía que me auxilie
en esta labor y quizá, de paso, ayude a alguien que se vea en similar tesitura,
encontrando tres criterios que, lejos de ser los únicos, son relevantes para adivinar
si un tema musical es destacado o anecdótico:
1.
Consistencia: Me refiero a que un tema, en
cuestiones mayormente formales, sea sólido y convincente. Que no se deshaga ni
se derrumbe mientras suena.
Si fuera un busto de alguien importante, el busto debería
representar bien el modelo y, en definitiva, estar bien ejecutado, con un
empleo adecuado de las técnicas, los materiales y una visión acertada de los
volúmenes, la anatomía y el espacio.
El corte musical ha de estar en un tono adecuado y
ajustarse al contexto en el que se desarrolla; si es un tema de terror, por
ejemplo, debe ser terrorífico; si es una balada, debe ser conmovedora y si es
un blues, pues debe obedecer a sus patrones y no sonar a reguetón, por poner.
En otros términos, afirmaría que es un tema que “suena
bien”, bien porque sus directrices composicionales (el empleo de la armonía,
ritmo y melodía) sean claras, acertadas y logren servir a su destino; bien
porque el sonido, en términos estructurales, sea adecuado (volúmenes,
timbres, dinámicas, captura, mezcla etc.).
2.
Originalidad: Siguiendo única y exclusivamente
ese primer criterio, como es de verse, escogeríamos temas muy bien compuestos o
grabados que sin embargo podrían tener poco o nada que aportar en un plano
menos formal y más eidético. Más mágico.
Recurriendo de nuevo al paradigma del busto de alguien
importante, ahora lo que tocaría sopesar es que ese busto fuera único y
distinto, especial, esto es, que tuviera algún atractivo fuera de ser la mera y
obvia representación de una persona importante.
Es un tema musical en el que diría, en términos flamencos:
“tiene duende”. Es único, original, personal, distintivo… representa una suma
dentro del repertorio, o sale bien parado comparado con otras músicas de otros
autores.
Se aprecia que este criterio es más subjetivo que el
primero, pero una buena valoración de este parcial puede ser más importante si
cabe.
Desarrollo: Aquí atenderíamos a aspectos
narrativos y globales del tema.
Vendría a significar considerar el tema como una
secuencia en la que, desde el principio hasta el final, ha provocado algún
efecto en nosotros. Entrarían en juego pues, tintes más subjetivos todavía que
en el segundo criterio y cabrían valores puramente emocionales o inconscientes.
Sería, de alguna forma, como estimar si un relato está
bien narrado; si es interesante, si es conmovedor, entretenido o si ha merecido
la pena escucharlo. Si ha progresado o transcurrido de manera satisfactoria.
Un balance de estos tres puntos habría de ofrecernos una
buena pauta para cazar singles.
Finalmente, de forma ocasional, los cortes del anuario
influyen unos sobre otros.
Suelo preferir antes un anuario variado que otro con
temas mejores, pero muy parecidos. Y esto último ya sí que entra dentro de una
preferencia estrictamente personal.