9 de enero de 2020

En nuestro segundo capítulo de esta temporada de cómo sajar a los músicos: El ofertón de enero, cincuenta dólares para registrar tus canciones y que la Reverb se moleste en coleccionar tus royalties, previo peaje del 15% (eso sí, sin comisiones añadidas).
Todo ello, puede entenderse, libre de ningún tipo de posicionamiento ni plan de marketing, es decir, tus temas por sí solos van a alcanzar las 3 escuchas en Spotify (si con suerte llegan) generando 0.0007 céntimos de dolar por escucha y, si tienes muchos amigos o una sólida fan base, será como invitarles al concierto de tu banda para que paguen a la sala por verte. 
Mientras, tú corres con los gastos del local de ensayo, el taxi o furgoneta, el bocata, el equipo, los cds rotulados, las camisetas... a cambio de la propinilla, pero claro, merece la pena porque haces lo que te gusta, que debe ser trabajar gratis en el mejor de los casos, porque lo común es trabajar pagando.
Millones de oyentes abonan esporádicamente su cuota a las grandes plataformas (una subscripción premium puede alcanzar los 10 euros mensuales, por poner) y, según nos cuentan, ningún negocio de streaming es rentable a día de hoy, pues todos generan más pérdidas que ganancias.
¿Costosos servicios de almacenamiento y distribución, publicidad, representación, merece la pena que no sean rentables para beneficios fiscales? Lo que queda claro es que las tarjetas black no las distribuyen entre los músicos precisamente y muchas veces son estos, para colmo, además de quienes suministran los contenidos, los mejores clientes de las plataformas.

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