Anoche soñé que me encontraba en la habitación de una casa en la que había vivido. Hace ya años que construyeron edificaciones enfrente, pero yo seguía viendo en el sueño el campo que hubo en su día. Nevaba o casi lo hacía, y veía como pequeños copos de hielo ascendían desde el suelo del campo hasta el cielo. Primero se convertían en unas luces similares a fuegos artificiales, bailando, brillando, agrupándose y desagrupándose; y luego describían complejos motivos similares a arabescos de ganchillo. Pensé que, efectivamente, los bordados tradicionales se habían inspirado en patrones de copos de nieve como aquellos.
Recuerdo llamar a mi madre para que presenciase aquel espectáculo, pero cuando llegó ya no había tanta nieve. No obstante, pudo ver parte del curioso fenómeno. En la habitación entraba una luz tenue y en mi escritorio había una lámpara que, pese a que estaba restaurada, parecía amarillenta y algo desvencijada. Mi novia me preguntó que por qué la lámpara estaba así y le dije que unos inquilinos anteriores no la habían cuidado.