Hará nada que el bueno de Charls (aka Taikomisima)
publicó dos vídeos en su canal de YouTube con 14 subscriptores, el cual aprovecho
para recomendar desde aquí. Las piezas en cuestión se presentan como una suerte
de videoclips montados con imágenes de stock de cierta factura, -imágenes que
por supuesto Charls ha adquirido legalmente-, al son de una banda sonora facturada
por la IA (ia, ia, o), siempre bajo las directrices del aclamado director, que
se ha esmerado especialmente en el apartado lírico.
Alcanzo a imaginar vuestra perplejidad por ceñir el
presente escrutinio a un asunto de semejante calado, pero lo que aquí resumo en
apenas un par de líneas no es más que un frío spoiler desprovisto de
cualquier dosis de encanto. A la hora de atender a los primeros compases de
aquella banda sonora, di por hecho que el bueno de Charls había recurrido a
algún hit mainstream obediente a la radiofórmula. Ayudaría el hecho de que no
presto demasiada atención a las tendencias actuales. Llegué incluso a despertar
curiosidad por la sintonía, amén de realizar una breve búsqueda en Google,
apercibiéndome de que la letra era, hasta cierto punto, algo raro e inusual,
pero nada que no hubiera podido inventar alguien como Maná o El último de la
fila.
Como era de esperar, la búsqueda no arrojó ningún
resultado esclarecedor. Fue entonces cuando deslicé la hipótesis de la IA,
basándome además en ciertas inconsistencias menores presentadas en la
grabación.
Hará algún tiempo, debo confesar que experimenté con
generadores de música por inteligencia artificial. Esto es una historia al
margen, pero bien merece ser desgranada, me dispongo a ello:
Encontré alrededor de cien dólares en mi cuenta como pago
por mis servicios musicales. Aunque sea una relativa modesta cifra, en el
baremo de la Orquesta Arrecife investía una pequeña fortuna. Al punto me
ilusioné, intrigado por qué corte había generado semejante rédito. Y no era un
corte, eran varios, pero estos cortes no habían aparecido en vídeos, ni en
podcast, ni en documentales… habían servido, en un descuido de mi parte en la
gestión de derechos, para alimentar el monstruo de la IA (ia, ia, o) que, en
vez de picar piedra, labrar campos y, en general, librarnos del trabajo sucio y
pesado; contra todo pronóstico estaba consiguiendo avances en completar
nuestras tareas más complejas, cualificadas, sofisticadas, contemplativas y
refinadas.
Al punto, imaginé a mis colegas músicos despreciándome
por embolsarme estos cien míseros dólares.
No en vano, en épocas pretéritas, llegué a esgrimir una
queja en favor del gremio de los músicos contra el gremio de los dj´s, situando
a los primeros como damnificados frente a los segundos y a los segundos, como
poco más que unos farsantes intrusos que desvirtuaban los nobles y
tradicionales principios del arte de la música. Eran, como digo, otros tiempos.
Mira tú por donde, ahora algo peor que los dichosos dj´s
me había generado más ganancias que un tributo a Héroes del silencio. A cambio
de ofrecerle mi esmerado esfuerzo, mi firma, mi alma, mi identidad…
traicionando a los míos y cebando al terrible monstruo industrial que acabará
con los verdaderos y puros artesanos que tenemos vida, sentimientos, tiempo
libre y afán de morir de hambre.
Como es de verse, se trató de una cuestión poliédrica que
no pretendo exprimir más. Otro spoiler: no desprecié los USD, llené la
nevera y, si realmente una IA va a ser capaz de componer un millón de temas de
la Orquesta Arrecife en una fracción de segundo, soy el primero que quiero
escucharlos.
Si realmente aparecen un millón de temas de la Orquesta
Arrecife con esta facilidad no creo que El patio pierda valor, esto ya lo
expliqué en otros sitios.
Deseoso estoy de escuchar esa mierda y lo estaba, hasta
el término de acudir al amparo de uno de los muchos generadores en desarrollo
para pedirle que, por favor, sin cobrarme a ser posible, desarrollase versiones
de la Orquesta Arrecife. A fin de cuentas, mis datos ya estaban ahí
depositados, como tumores en un organismo masivo y espeluznante, Akira.
El nuevo horizonte se presentaba desafiante ¿Podría a
partir de ahora retirarme y esperar que una IA desarrollase mi estilo,
consumiendo cantidades ingentes de recursos naturales, llegando a suplantarme e
incluso a mejorar y sobrepasarme? Bienvenidos a el Arrecife 2.0.
Pero fue vano. De las muestras que la IA me ofreció en la
trial versión, ninguna se pareció en lo más remoto a la Orquesta
Arrecife, además de resultar burdas e ineficaces en todo lo demás. Y eso que me
molesté en instruirla y alimentarla (gratis) de archivos originales que me
habían costado no poco esfuerzo y que incluso ahora, visto lo visto, algo
cotizaban en el mercado negro de las IAs.
En un lamento, volví a imaginar a mis amigos del gremio tachándome
de terrorista, todo mientras regalaban sus datos biométricos para crear dibujos
al estilo Ghibli o configuraban carátulas ahorrándose remunerar a sus
compañeros del gremio de ilustradores.
Volviendo a lo de Charls, ahora: no sé si soy un buen
músico o no, pero no soy precisamente lego en el asunto y, como dije, apenas
sospeché que en aquella banda sonora escuchada por 14 suscriptores había
intervenido la IA.
A diferencia de lo que en el pasado encontré, aquella
música exhibía instrumentos creíbles y voces más naturales y orgánicas que las
de muchos cantantes de reguetón. Aquella música, de hecho, era menos robótica
que la que personalmente gusto de grabar de manera mucho más artesana.
“No es que sea menos robótica, es que tus máquinas son más
antiguas” me dijo Bliss, y sí, mis temas comparados con lo último de Charls
eran como volver a visionar el universo retrofuturista y chatarrero de las
primeras Guerras de las Galaxias.
De su lado, el bueno de Charls se mostraba prudente con
sus logros y fue a darme alguna que otra palmadita en la espalda para paliar mi
desánimo. “¿Eres consciente de que en unas horas has logrado lo que muchos
grupos de música logran en 20 años?” le pregunté. “Sin saber nada de música”, añadió.
Imaginemos entonces a alguien que dedique 20 años de su
vida a componer con la IA. “Pero la IA nunca va a componer óperas” esgrimió
finalmente Charls, un poco asustado por el alcance de su nuevo Prometeo.
Lo más dramático de todo es que la empresa de las óperas
me parece un divertido paseo en comparación con lo que estos engendros
cibernéticos harán en 20 años.
Tengo una sensación, no sé si es sensación,
presentimiento o esperanza, de que estoy muy equivocado en el tema de las IAs,
y que más pronto que tarde descubriré que todo este tiempo he estado tirando
piedras contra mi propio tejado y animando a que la humanidad sucumba. Ahí lo
dejo.