Los vecinos de mi antigua casa se habían mudado. Lo advertí en cuanto descubrí que a dos habitaciones del piso superior le faltaban las paredes exteriores; también la luz de la cocina y el salón estaba dada, pero no había nadie dentro. Me sorprendía que hubieran dejado la casa en esas condiciones y era probable que los vecinos no fueran a volver.
Conducía de noche. Atravesaba Madrid. Recuerdo, en el sueño, llegar a una zona oscura y deshabitada por la que solía transitar en condiciones normales, pero que, a aquellas horas, decidí evitar. Para llegar a mi destino sin atravesar aquel polígono me veía obligado a describir un rodeo. Consultaba el GPS para seguir la trayectoria y adivinaba que, a pesar de que el camino inicialmente fuera distinto, tarde o temprano me vería obligado a pasar por aquella zona conflictiva.
Giraba y seguía el camino en el GPS hasta el punto en que desviaba la vista de la carretera y me guiaba sólo por él. El vehículo se desviaba de su trayectoria y teóricamente atravesaba zonas edificadas, pero aún así no colisioné con ningún objeto. Parecía un videojuego. Descubrí al final que se trataba de un coche de la autoescuela y el recorrido había quedado grabado en un ordenador. Me gustaría exportar aquel recorrido para atesorarlo pues, una vez abandonase la autoescuela, el registro del recorrido se perdería.
Había atravesado sinuosas zonas de países nórdicos, entre ellas un estrecho sobre una lengua de hielo. Había, en el ordenador, una foto del coche realizando un salto acrobático sobre el hielo.
Mi novia y yo estábamos de vacaciones en Benidorm. Unos amigos nos visitaban en un bar y yo me dedicaba a tomar fotografías. Debía hacerlo desde determinada distancia puesto que tenía colocado el teleobjetivo. Una amiga se prestó a fotografiarme, puesto que yo había fotografiado al grupo y no aparecía en las fotos. Me esforzaba en que todos los miembros del grupo quedasen encuadrados además de enfocados, cosa que no siempre ocurría.
Quedamos en el bar esta amiga, mi novia y yo. Miré a la playa y encontré unos bonitos juegos de sombras en el paisaje. Mi novia y su amiga estaban conversando mientras buscaba apresurado la cámara, puesto que la amiga, tras fotografiarme, la había guardado. Preguntaba a las chicas por la cámara y no me respondían y al final, entre unas cosas y otras, tropecé con la cámara guardada y rompí un objetivo.
Me enfadé mucho y empecé a gritar de forma contenida a mi novia, puesto que no me había ayudado a buscar la cámara ni a tratar de repararla. Con la discusión quedaba patente que nos íbamos a separar, así que bajamos de un ascensor tras recoger algunos enseres de equipaje. Recuerdo sentarme en el suelo del ascensor y pulsar un botón para que no se cerrase la puerta, mientras que nuestra amiga y yo esperábamos a que mi novia entrase. La amiga iba a bajarse antes de que llegáramos a la planta baja. Se había alojado en el mismo edificio.
Como la ruptura entre mi novia y yo era inminente, volvería solo a Madrid y mi novia lo haría con su amiga, alojándose en su apartamento. Mi novia estaba un poco fastidiada por todas aquellas renuncias, pero las aceptaba y estaba dispuesta a que rompiéramos. Le pedí la mensualidad del piso, junto con algunas otras cosas pero, al final, caí en que estábamos a final de mes y al mes siguiente no íbamos a estar en Benidorm. Así que me pareció justo devolverle su mensualidad, en suma, repartí algunos alimentos que había en la cocina, antes de que mi novia se marchase.
Haciendo balance de la discusión, el motivo, como dije, no era tanto culpar a mi novia de la rotura de la cámara como inculparla de no buscarla ni tratar de repararla, eso cuando yo había reparado otras cosas que a ella se le habían roto. Mi novia estaba demasiado ocupada tratando de llevarse bien con su amiga, quedando yo un poco al margen. También me sentía horriblemente mal por haber levantado la voz y haber perdido los papeles, hecho que no ayudó precisamente a resolver el conflicto y que me invitaba a pensar que me había hecho quedar como un perturbado.