40 años caen, una cifra redonda.
30 de enero de 2023
23 de enero de 2023
3.000
Redacción: Inteligencia Artificial, Shakira, Reguetón… la temática de sus últimos ensayos es de rabiosa actualidad y tendencia. ¿Siente que el mundo le debe algo?
Autor del viaje de Antonio: Siendo sincero, no tengo la más remota idea de por qué me ha dado por ahí. Me he equivocado, no volverá a ocurrir.
R: Firma su tema 3.000 y en febrero publica su onceavo anuario. ¿Qué sensaciones tiene?
A: El concepto de anuario nunca me agradó en principio. Surgió un poco por accidente, por ajustarse a criterios de distribución. Bajo mi perspectiva, contemplaba con orgullo los árboles del bosque y pensaba que era un desperdicio destacar un puñado de temas posiblemente mal elegidos frente a una abultada colección. Como padre, amaba por igual a todos mis hijos y quería que cada uno tuviera su lugar reservado en el bote salvavidas.
Pasado el tiempo, en cambio, concebí que un resumen, aunque no fuera fidedigno, era estrictamente necesario y aquí me tienen, esperando otra vez a que llegue febrero para lanzar el Oniros. Ya no regalo tanto cariño a algunos de mis vástagos y no me importa abandonar a la mayoría a su suerte.
Los primeros años de orquesta escuchaba los temas horribles que conseguía grabar con insistencia. Como si a fuerza de muchas escuchas fuera a reparar sus muchas faltas. Lejos de ser ningún portento, en todo este tiempo he optimizado muchos procesos, pero ya no vuelvo con tanta frecuencia la vista atrás. En ocasiones compongo varios temas al día, los reviso un par de veces y salvo con la expresa obligación de reseñarlos, no me atrae demasiado prestarles atención.
Soy menos detallista y más efectivo también, respecto a mi yo anterior. Me he aburguesado. Me he rendido a rutinas y a fórmulas de fracaso, he habitado una zona de confort y aunque a veces me tiente la idea de alterar todo el proceso, de hacer algo diametralmente distinto, innovador y original, la experiencia me dicta que los avances por esa vía van a ser menos frecuentes.
A la hora de analizar mis últimas producciones, en especial las del estudio 2 -que son más sencillas y rudimentarias-, las encuentro poco exóticas en comparación con la cosecha de años precedentes. Acabo convenciéndome de que ya está todo inventado y que, si algo es efectivo, suena bien, es coherente… se achaca a que se atiene a las convenciones del arte y esto, sí, puede computar como virtud.
Son ya doce años de trayectoria con la orquesta, pero en muchos aspectos no he salvado grandes distancias pues, de manera autodidacta, sorteas obstáculos mucho más despacio que con el aporte de otras visiones exteriores más sabias y experimentadas.
Lo que he logrado en doce años otra persona más ordenada y mejor aconsejada fácilmente podría haberlo alcanzado en uno.
R: Pero esto es mera publicidad del anuario.
A: Como ya sabéis por estas fechas, tradicionalmente, hago un anuncio a qué se yo, doscientas, quinientas personas de mi lista de correo.
No suele tener mucha respuesta y normalmente justifico que ya con que llegue a una sola persona ha merecido la pena, cosa que irremediablemente, por estadística, acaba sucediendo.
Pero este 2023 siento el impulso de no darle tanta cobertura. Y cuando hablo de tanta cobertura me refiero a redactar un triste email que puede acabar directamente en la carpeta de spam o que supone un clic eliminarlo sin leerlo. Hablamos del 90% de mis actos de promoción anuales.
De un tiempo a esta parte ha cobrado sentido el ya viejo planteamiento de que puedo llegar a aburrir. Mal que bien, no obstante, se trata de un periodo de mucha dedicación y esfuerzo, debería comportar algo valioso y debería defenderlo, pero me encuentro como rendido y escéptico.
De vuelta a mi yo anterior, confiaba en que una publicación de esta envergadura cambiaría mi situación; ahora, en cambio, casi completamente seguro, puedo decirte que no va a cambiar absolutamente nada.
Ahí tenéis a Javi Cantero, sin ir más lejos. Le colocaron uno de los trampolines más altos del momento. Ejecutó un triple mortal con el Cuanto más acelero y se pegó la hostia de su vida. Luego volvió al ruedo más curtido y experimentado, más preparado, pero si aquel salto le hubiera salido bien a la primera ahora estaría en otro lugar bastante mejor considerado.
No puedo evitar sentirme un poco Javi Cantero pensando que mi trampolín estuvo ahí en algún momento, pero mis ejercicios de entonces no fueron buenos y aunque ahora pueda saltar mucho más alto y mejor, ya no hay trampolín ni piscina que valga.
Bromas aparte, el hecho de que el anuario no vaya a suponer ninguna revolución no ha de evaluarse como algo negativo. He dado a luz a más de setecientos temas en un año, lo cual es indicativo de que la cosa marcha bien. Entreveo, en otros términos, que no es demasiado importante que el Oniros llegue a alguien. Quien quiera escucharme sabe dónde hacerlo.
Llevo ya mucho tiempo aquí y toda forma de hacer ruido y de llamar más la atención me parece desvirtuar el contenido o perder el tiempo.
Y es maravilloso que alguien te escuche, entiéndeme, pero al final del día solo estás tú con tu triste música. No vas a impresionar a nadie y nadie va a molestarse felicitándote por tu trabajo a ciertas horas. Ahora mismo, en muchas partes del mundo, hay gente desempeñando trabajos mucho más útiles y duros que el tuyo y nadie va a felicitarles tampoco.
Seguramente mi felicidad y la de muchos aumente a medida que nos importe menos todo lo ajeno a nuestra labor, aquello que menos depende de nosotros. Si un arreglo no encaja, puedo solucionarlo; si alguien piensa que el anuario es una completa basura, poco puedo hacer.
Ocurre que al tratarse de una actividad con tanta relevancia en mi día a día, tiendo a fijar en la música un montón de expectativas insatisfechas descuidando que solo es música.
Fuera de mi, a muy poca gente le importa y dentro de cincuenta años ya ni te cuento.
Y, como en el caso anterior, puede que esté bien así. Basta con analizar el propio negocio de la música para darse cuenta sin observar demasiado que la música no es, ni de lejos, lo más determinante.
R: Suena como si por fin hubiera encontrado su butaca en el salón de los rechazados.
A: Hará un par de años, no más, mi distribuidora me preguntó si me consideraba un artista emergente o algo distinto. Respondí que llevaba cosa de diez años emergiendo, pero que, intentando emerger, cada vez me sumergía más. Yo lo llamo las arenas movedizas de la música.
Para la gente que es ajena al orbe musical, que no es poca, si les dices que eres músico, su idea es la de una persona famosa y acaudalada. No cabe otra categoría. Te miran de arriba abajo y te espetan: no, tú no eres músico, tú eres idiota.
Es normal. Yo también tiendo a pensar que todos los futbolistas salen en la tele, salen con Shakira y disputan partidos de primera división. Pero entre esos futbolistas y los chavales que juegan un partido en una cancha cualquiera sin red en las porterías hay un millón de carreras deportivas con diferentes enfoques.
Lo que trasciende en el mundo del espectáculo es un elenco cerrado y reducido más o menos variopinto e interesante. Últimamente artistas que ya están un poco pasaditos se actualizan haciendo crossovers con los zoomers, que son ahora el público objetivo que marca tendencia en el panorama musical.
De otro lado, estoy cansado de ver músicos consagrados de ciertos palos reconocer que ya no atienden a nada de lo nuevo de ahora. Coltrane, Oscar Peterson, Mingus… cuando los entrevistadores les preguntan -obligados- por los grupos sensación del momento, los veteranos se quedan con la mirada perdida en el infinito.
Así, mientras el mundo avanza inexorablemente, hay personajes que se empeñan en volver atrás. Es como una bandada de pingüinos jóvenes y vigorosos que van corriendo hacia el mar, dándose aletazos, en busca de pescado fresco, mientras unos pocos ejemplares ancianos y desplumados retroceden hacia la costa con sus rallados discos de vinilo bajo sus alas inservibles.
- Dejadnos morir en paz – murmuran de mala gana cuando un pingüino joven trata de que miren al mar.
R: Dramático ¿Por qué Oniros?
A: A parte de la iconografía esa de que vivir de la música es un sueño, que la música de la orquesta puede evocar paisajes oníricos o surrealistas cuanto menos -varias personas han soñado con mi música en alguna ocasión-… En el estudio 2, en el cabecero de la cama, mi novia tiene colgados tres atrapasueños.
Nunca les presté atención de manera consciente, pero, como ocurrió con el Bandas sonoras y tantos otros elementos del arrecife, brotan y germinan en el imaginario de manera sutil y automática, de improvisto.
No tuvo que ver en el asunto del título, pero muchas veces utilizo mi música para dormir. No quiero que se lea como un chiste. En esas ocasiones, acabo por no prestar atención a los sonidos y mi cerebro va entrando en un proceso de centrifugado, como si se liberase y se despojara de lastre para incursionar sigilosamente en las tinieblas.
16 de enero de 2023
Lo último de Shakira
Veo a Shakira y veo también a una
artista con una convocatoria masiva. Tiene la suerte, o la desgracia, de poder
encaramarse a un pedestal y arrojar desde ahí un mensaje a una audiencia
multitudinaria.
Aunque sea fácil suponerlo y de todo punto impreciso simularlo, me emplazo virtualmente en esas latitudes e imagino que me sentiría tremendamente motivado -además de presionado- por poder hacer llegar a tantísima gente algo que considerase valioso, interesante, inteligente… me gustaría, en otras palabras, ser capaz de ejecutar una obra absoluta y magnífica y que mis seguidores, a hombros, se encargaran de encumbrar a la altura de un verdadero hito en la historia del arte. Por soñar que no quede.
Esto último, constituir un hito -no sé si dentro de la historia del arte pero sí lo menos en el acervo popular- por lo visto ya ha acontecido con el beef ese, autotuneado y reguetonizado convenientemente, de estética actual veinteañera y audaces metáforas virales que han revolucionado los departamentos de marketing de conocidas marcas. Porque nadie esperaba (ni posiblemente estaba verdaderamente interesado) en que la señora Shakira se subiera al pedestal para publicar una oda metafísica, profunda, desgarradora ni absoluta.
El público del circo romano internacional llevaba ya bastante tiempo expectante, sediento de sangre y bajos instintos. Algo que les removiera un poco las vísceras, que se sintiera y comprendiera de inmediato, y algo que se suponía y se esperaba de la diva.
Porque no hace ninguna falta que les recuerde que Shakira no es precisamente una doña nadie. Cuenta con su trabajada y abultada cartera de followers, sus nada improvisados estudios de mercado, su astronómico presupuesto y quizá a todo esto debemos añadir su honesta intención de comunicar lo que para ella ahora es esencial y, a pesar de todo, debería ser respetado.
Ya irán adivinando que no he
venido aquí con el propósito de engordar aún más la bola de nieve. Tampoco voy
a quejarme porque Rosalía en este momento tenga más audiencia en Spotify que
los históricos Beatles. Quizá uno de los pocos hitos que le quede ahora por alcanzar
al cuarteto de Liverpool sea reconvertirse en una banda underground, con un
repertorio de gemas ocultas que nadie conoce ni entiende y planteamientos
diferentes a crónicas de la salsa rosa.
Simplemente me ha dado por imaginar
a una Shakira verdaderamente empoderada cambiando el destino poco prometedor
del mundo, en lugar de atender a los cánones de una artista pop en el seno de
un escenario gigantesco y abarrotado, cantando con millones de filtros a sus
millones de oyentes, ganando millones de dólares, que su novio millonario se ha
ido con otra más joven cuando ella ofrecía algo más auténtico y valioso.
Bien por ti, Shakira.